Se ha sabido que las cenas que se celebraban en Nueva York por iniciativa del segundo y tercer magnate del mundo -Warren Buffet y Bill Gates-, con la asistencia de otras personas inmensamente ricas e influyentes, han servido para lograr que cuarenta multimillonarios de los EE UU decidan donar en vida o en sus testamentos, al menos la mitad de su fortuna para obras sociales. Se cifra en 230.000 millones de dólares la cantidad alcanzada para tan encomiable proyecto, The living pledge (el compromiso de dar), y se confía en otros amigos en la abundancia, para unirse al reto de tan filantrópica iniciativa.

La ejemplaridad contrasta con el comportamiento de los países ricos en el Foro sobre Pobreza de la ONU, que una vez más han incumplido sus compromisos al no alcanzar los Objetivos del Milenium (ODM). En la clausura de la Cumbre, el presidente Obama, en línea con su predecesora, la canciller alemana, Angela Merkel, defendió un cambio de actitud en la lucha contra la pobreza, pero siguió resistiéndose a suscribir el 0,7%, sin sentir el menor rubor porque su país sea, comparativamente, uno de los menos solidarios con el tercer mundo, al destinar sólo 20 centavos por cada 100 dólares de presupuesto. Es vergonzoso que los presupuestos de EE UU y el de tantos otros países desarrollados, contengan enormes partidas para mantener o iniciar guerras fraticidas, al tiempo que incumplen los compromisos menos cuantiosos con el tercer mundo para erradicar una pobreza crónica que atenaza a casi 1.000 millones de personas atrapadas en un hambre insufrible, agravada por la crisis económica y alimentaria, pese a que en este irresponsable mundo se producen alimentos que bastarían para todos sin el egoísmo del mundo desarrollado.

El laberinto del hambre crónica conduce hacia la muerte. Lo dice el refrán "el hambre viene sola, pero no se va sola": la falta de medios, la ausencia de ayudas y asistencia médica causa verdaderos estragos. Por ejemplo, cada seis segundos muere un niño por malnutrición; cada día mueren en su gestación o al parir 960 mujeres embarazadas; la diarrea o la deshidratación mata a millones de niños y ancianos. Son muertes evitables, como ha señalado Ariane Arpa, directora general de Intermón Oxman, porque bastaría con que cada país cumpliera el compromiso contraído de donar el 0,7% de sus presupuestos, menos de lo que el mundo gasta en caramelos.

Estremece la frase de Alberto Morlachetti, "quien muere de hambre, muere asesinado", y sonroja que las terribles noticias e imágenes que habitualmente recibimos sobre la pobreza y el hambre no acaparen nuestra atención. En un ejercicio de no implicación miramos hacia otro lado, sin detenernos siquiera en la crueldad de una situación de la que todos somos cómplices. Quizá la solución nos parezca inalcanzable, porque no dedicamos ni un segundo a exigir a los poderes públicos, a las instituciones y organismos el cumplimiento de sus promesas, en contraste con el mucho tiempo que destinamos al seguimiento de lo intrascendente, al mundo de la farándula, del deporte, a sus insustanciales protagonistas, al marujeo televisivo, a la basura.

La propuesta de Zapatero de implantar, primero, el impuesto sobre los beneficios bancarios, y después, con el apoyo de Sarkozy, el impuesto a las transacciones financieras internacionales (la Tasa Tobín), como impuesto finalista para ayudar al tercer mundo, ha tenido mala acogida entre nosotros. No me sorprende que Botín y González, como presidentes de nuestros dos primeros bancos hayan mostrado su rechazo, pese a que no les falte dinero para sus proyectos de expansión: están en su papel. Pero me enerva que una propuesta con tan loable destino, se dé por inútil antes de discutirla, y que Victorio Valle, director general de la Fundación General de Cajas (FUNCAS), la califique de "imbecilidad".

La Confederación Española de Cajas de Ahorro (CECA), considera que "sólo servirán para encarecer el crédito a las familias y las empresas". Es claro que considera que de su pago se resarcirá la banca cargándoselo a sus clientes. En este país, los impuestos, incluso los directos, cuando recaen sobre los poderosos, siempre acaban trasladándose sobre los otros. Dolores de Cospedal, dice que le parece buena idea pero "duda de que Zapatero tenga credibilidad y confianza a nivel internacional para liderar esta propuesta".

Se puede acusar a Zapatero de cometer errores, pero negarle crédito en materia de ayuda al desarrollo, cuando España supera a países como Alemania, Canadá, EE UU, Japón e Italia, entre otros, es paradójico. Quienes le han criticado cuando ayuda a los países pobres, no pueden negarle una capacidad de sobra probada en tal objetivo. Cuando, como señala el director general de la FAO "el hambre sigue siendo la mayor tragedia y el mayor escándalo del mundo", hay que aplaudir todas las iniciativas para combatirla. Mientras nos chirrían las entrañas al saber que parte de los millonarios depósitos bancarios de la Santa Sede están sujetos a investigación por blanqueo de dinero, nos preguntamos sobre las equívocas prioridades del mundo. Salvador Allende también lo hizo al decir, "¿es justo que el hombre ponga un pie sobre la luna? ¿No sería más justo que los grandes países pongan los pies sobre la Tierra y se den cuenta de que hay millones de personas que no tienen trabajo y se mueren de hambre?". Digno de reflexión.