Cada vez vienen más jóvenes o yo soy un año más viejo. Es inevitable pensar eso cada vez que realizamos las jornadas de presentación de la Escuela Politécnica a los estudiantes que se incorporan cada año. Por un lado, este año ha sido como los anteriores, caras de ilusión, algo de nervios, mucha expectación ante una nueva travesía y otras sensaciones que todos tenemos cuando nos enfrentamos a algo desconocido. Por otro lado parece que todo es distinto con el inicio de los nuevos grados que ha traído el Espacio Europeo de Educación Superior, más conocido como el modelo de Bolonia.

Se han cumplido más de 10 años de la declaración conjunta de ministros europeos que tenían como objeto crear un modelo más reconocible de los títulos que se impartían en cada país.

El proceso ha quedado algo descafeinado ya que a algunos países les gusta la idea de hacer algo común sólo cuando son ellos los que deciden la cosa que hay que hacer. En España el proceso ha sido mucho más complejo debido a los sucesivos cambios de Gobierno, del PP al PSOE, y de ministros y ministerios dentro del mandato de este último partido. Esto me permite seguir reafirmándome en que la educación debe ser algo consensuado y poco afectable por cambios de ese tipo, ya que la educación implica muchos años, y los cambios para bien o mal afectan a varias generaciones y nunca de forma inmediata.

En cualquier caso yo soy optimista con el cambio, es sensato que cada cierto tiempo replanteemos nuestra situación, detectemos donde estamos y hacia dónde queremos ir, y por supuesto pongamos las medidas necesarias para llegar a nuestro destino deseado. Durante estos últimos años se han sucedido comisiones de trabajo, estudios de mercado, reuniones con empresas y profesionales de reconocido prestigio con objeto de dar forma a los nuevos títulos que inician su andadura este año. El cambio ha sido importante ya que define una nueva estructura de títulos en dos niveles: grado y master. Así exceptuando los casos de medicina y arquitectura de diferente duración, todos los grados tienen una duración de cuatro años. Como gran ventaja los estudiantes sólo tienen que preocuparse de elegir el estudio que quieren realizar y no tener que decidir además si prefieren empezar por estudios de diplomatura o ingeniería técnica (de tres años) o directamente por estudios de licenciatura (algunos de cuatro y otros de cinco) o Ingeniería.

También se ha hablado mucho del cambio del modelo docente denostando los anteriores. Yo creo que en este aspecto el cambio no va a ser tan radical, coexistirán las clases magistrales, útiles todavía para muchos casos, con seminarios, grupos pequeños e incluso clases y tutorías a distancia. Sí que hay un compromiso por parte de la Universidad de obtener unos resultados de egresados, por lo que se deberá volcar en cumplir esos objetivos. También han aparecido en muchas universidades nuevos criterios de permanencia que intentan acabar con la figura del eterno estudiante y que favorecen a que los estudiantes que se esfuercen y sean tenaces realicen prácticamente un curso por año.

Otra de las novedades ha sido la de los requisitos de idioma, imprescindibles para poder obtener el título universitario. Afortunadamente el requisito ha sido de idiomas como el inglés lo que va a dar inevitablemente un valor añadido al título universitario. No hemos caído en tentaciones como las del gobierno catalán de obligar incluso a los catedráticos a realizar exámenes de catalán. Esto sin duda alguna favorecerá un éxodo de profesores e investigadores brillantes que asumen conocer el español y el inglés pero no además otro tipo de lenguas locales. Para la Universidad es un momento de mirar hacia afuera, hacia nuestra sociedad, por supuesto, pero hacia el resto de Europa también. Al poco de comenzar mi mandato me vi gratamente sorprendido por la visita de un representante de una importante Universidad del norte de Europa que iba a cambiar los acuerdos Erasmus de una Universidad catalana por la nuestra, ya que además de valorar nuestra forma de trabajar valoraba el hecho de permitir a sus estudiantes recibir clases en español e incluso alguna en inglés y no en catalán de forma obligatoria.

Es sin duda un año de cambios aunque quizá no en la parte fundamental. Recuerdo que poco antes de iniciar mis estudios universitarios seguí con tremendo interés una serie de televisión que siempre quedará almacenada en mi memoria, era Retorno a Brideshead. En su inicio se relataba los primeros años de dos jóvenes en el Oxford de principios del siglo pasado. Obviamente la Universidad que yo encontré no era ni mucho menos la retratada en la serie. También la Universidad que se encuentran estos nuevos estudiantes no es la que yo inicié. Pero parafraseando el título de este artículo y del primer episodio de la serie Et in Arcadia ego, (yo también estuve en Arcadia), en el fondo cuando intentas contar a los nuevos estudiantes que es esto de la Universidad no puedo dejar de recordar aquellos momentos en los que esperabas que alguien te lo contara a ti. Los años pasan, los modelos docentes cambian pero en el fondo la etapa universitaria tendrá siempre algo especial porque te coge en un momento especial de tu vida, en pleno proceso de maduración por lo cual seguro que tanto para los protagonistas de Retorno a Brideshead fue importante e inolvidable, como seguro que lo será para estos que inician su particular travesía a Ítaca por la Universidad estos días.