"Las empresas deben comprender que no forman parte de un mercado, sino de una sociedad. Y que si no contribuyen activamente para que esas sociedades de las que forman parte progresen económica y socialmente, sus perspectivas de éxito estarán muy limitadas".

(Steven Rochlin, director del Center for Corporate Citizenship del Boston College)

Es necesario, y conveniente, para las empresas la introducción del modelo de Responsabilidad Social Empresarial en su gestión? La pregunta recoge dos principios básicos para la toma de decisiones y la planificación para la acción. Los principios de necesidad y de conveniencia. El principio de necesidad, hace referencia a la toma de conciencia sobre la exigencia de adoptar el modelo de Responsabilidad Social Empresarial (RSE) como elemento estratégico en la gestión de la empresa. Esta necesidad puede estar motivada por la mimesis desatada en algunas empresas por la introducción de este modelo de gestión en las principales empresas de su sector, o por el deseo de la dirección de sumarse a las nuevas tendencias, o para mejorar la reputación y la imagen empresarial de los directivos u otras causas por el estilo. Pero estos mimbres no son suficientes para hacer el cesto de la RSE. Ésta no es una moda más de esas que periódicamente asaltan las bibliotecas de managenment y llenan conferencias y seminarios. De lo que hablamos, es de sostenibilidad, de productivad, de eficiencia, de innovación, de posicionamiento estratégico y de creación de valor para el cliente, la empresa y la sociedad en su conjunto. La necesidad de adoptar el modelo de RSE viene dada por el creciente impacto que tienen las empresas para producir con su actividad efectos no deseados sobre las personas, el sistema económico y el medio ambiente. Hablamos de casos como el desastre de Bhopal, India, donde en 1984 murieron más de 25.000 personas a causa de un escape en una fábrica de fertilizantes de Union Carbide; de desastres ecológicos como los del Exxon Valdez, en Alaska en 1989 y en la actualidad el de BP en el Golfo de Méjico. Hablamos del comportamiento de algunas tabacaleras norteamericanas que han sido condenadas con multa de decenas de miles de millones de dólares por adulterar con sustancias adictivas la fabricación de tabaco. La lista es larga, pero estos ejemplos pueden ilustrar el comportamiento irregular de empresas que ha tenido desastrosas consecuencias para las personas, el medioambiente y para la sociedad en su conjunto.

Las decisiones de las empresas, de todos los tamaños, afectan a aspectos importantes de la vida de las personas, en el presente y en su desarrollo futuro. Las compañías transnacionales, tienen además la capacidad para afectar con sus decisiones no sólo a los ciudadanos próximos, sino también a aquellos que se encuentran a miles de kilómetros de donde se deciden las políticas que condicionarán sus vidas, en los aspectos económicos, sociales, ambientales, de salud pública, etcétera. Esas decisiones a menudo entran en conflicto con las políticas de los Estados y de agentes sociales: sindicatos, asociaciones de consumidores, ONGsÉ Con frecuencia las actividades de algunas empresas, con gran poder de intervención, subvierten el orden racional, ético y jurídico de los mercados con malas prácticas, cuyo resultado negativos estamos experimentando en la actualidad a escala mundial.

El principio de conveniencia hace referencia al beneficio obtenido por mejorar los parámetros de rendimiento de la empresa y mejorar su sostenibilidad (posicionamiento, eficiencia, innovación, reputaciónÉ), o al beneficio que se obtiene por evitar un daño. La capacidad de la sociedad para ejercer presión sobre las empresas a través de sus públicos interesados, directos e indirectos, es cada vez mayor. Es particularmente llamativa la capacidad de los individuos, solos u organizados informalmente, para generar y recibir información sin control a través de internet. Esta capacidad de comunicación se une al creciente deseo de los consumidores de ejercer control y penalizar, si llega el caso, con un boicot los excesos de algunas empresas. A nivel mundial, más de un tercio de consumidores han boicoteado al menos una marca. En España el 37,6% de los ciudadanos lo han hecho.

Muchas empresas se han vuelto transparentes aun a su pesar. Ahora conocemos, por ejemplo, los sueldos multimillonarios, bonus incluidos, de los directivos que han provocado la crisis financiera y sus resultados; los dispendios de estos directivos para celebrar el "reflotamiento" de sus empresa, inmediatamente después de haber sido intervenidas por la Administración norteamericana. La capacidad de la sociedad para penetrar en "los secretos" de las empresas poco ejemplares es creciente, como es creciente el poder de la reputación y la imagen empresarial para el mantenimiento de la influencia positiva de la empresa sobre sus grupos de interés. En este repaso, no podemos olvidarnos del poder emergente de la sociedad civil y su capacidad de influencia para sancionar el comportamiento de las empresas menos responsables.

La comunidad de intereses entre empresa y sociedad, al que alude el título, no es todavía una realidad plena en los esquemas de pensamiento y acción de muchas empresas. Venimos de un modelo de relación de suma cero, que ha producido mucho daño a las personas y al conjunto de la sociedad, y cuantiosos beneficios para las empresas poco ejemplares. Ha llegado el tiempo de sustituir este modelo y que las empresas, junto con otros agentes sociales, se sumen a la mejora de las condiciones de vida de las personas, del medioambiente y de la ética social. Ha llegado el momento de redefinir el nuevo rol de las empresas en una sociedad plural, informada y madura que conoce el impacto positivo de las empresas en la sociedad, el beneficio indudable que producen con su actividad, si se orienta al desarrollo del beneficio común. Con esto, no pretendemos desnaturalizar a las empresas y que dejen de ser lo que están llamadas a ser: agentes de desarrollo socioeconómico necesarios para mejorar la vida de los individuos y colectivos en una sociedad plural y desarrollada. Por si queda alguna duda: las empresas tiene que ser rentables, esta es su primera responsabilidad, para que puedan mantener su actividad en el tiempo, crear más y mejores puestos de trabajo y ofrecer productos y servicios, que conecten con las necesidades de su mercado de referencia. Pero han de hacerlo, con absoluto respeto a las personas y a las leyes, sin los atajos de la corrupción y contribuyendo a la creación de espacios compartidos de responsabilidad entre todos los agentes del entramado social. Este es el mandato que la sociedad hace a las empresas como elementos fundamentales del sistema social y agentes de desarrollo. Muchas empresas han entendido esto desde hace tiempo y hoy son referentes en sus sectores y modelos a imitar por otras no tan comprometidas con su entorno, con las personas y con su tiempo.