En "Origen", una de las pelis del año por su espectacularidad, los protagonistas siempre están durmiendo y, sin embargo, no paran. Si

usted cree que curra en su trabajo por encima de las horas que marca el convenio, véala y relativizará su rabia. Es imposible que despierto se pueda alcanzar ese ritmo. Para tranquilizar la ansiedad piense que, mientras duerme, usted al menos suele descansar. Dentro de la trama de "Origen",

Di Caprio y su cuadrilla se hacen diestros en introducirse en los sueños de sus objetivos con el fin de manipularlos. Van cogiéndole el gustillo del tal modo que algún que otro apuesta por no regresar de la ensoñación. El embate último

resulta apoteósico porque, tal como se le anuncia al espectador, los mendas

habrán de vérselas con tres capas de sueños para revertir la situación aunque,

una vez dentro, se transforman en cuatro gracias a que ni en las fantasías se

libra uno de las cuentas pendientes. Lo que más sorprende de la idea es que

Cristopher Nolan, su director y guionista, haya llegado a ella si contar con antecedentes alicantinos que se sepa. De tenerlos, los méritos serían menores puesto que la acción entre la que nos desenvolvemos por aquí desde décadas atrás no guarda secretos: los proyectos constituyen la realidad y, su materialización, la ficción. Oye, y se vive la mar de a gusto. La gran mayoría de la gente va de acá para allá como si todas las realizaciones comprometidas y apoquinadas vía

directa o indirecta se hubieran plasmado, pasa, "menfota" y lo deja todo en

manos de la cuadrilla clásica que hace de su capa un sayo. Ciertamente en "Origen" los que urden la trama corren riesgos a cada instante, pero todavía les queda mucho camino por recorrer. Una llamada de Ortiz tiene mucho más peligro.