No fue la falta de talento, sino el exceso de conocimiento lo que impidió a Pepe Bauzá convertirse en un gran historiador del jazz. De haber poseído una información menos exhaustiva, es probable que Bauzá hubiera escrito una historia del jazz insuperable. Pero el entusiasmo que sentía por esta música era tal que cualquier detalle le parecía relevante a la hora de escribir sobre ella: comentar los éxitos de un año, le exigía no menos de doscientas páginas impresas en letra menuda. En esas condiciones, es difícil hacer carrera: tras publicar cuatro volúmenes, Bauzá no había alcanzado todavía la década de los cuarenta. De haber concluido el proyecto, su historia del jazz no hubiera tenido menos de treinta tomos, y unas quince mil páginas. Una tarea excesiva para cualquiera, se mire como se mire.

Pepe Bauzá pertenecía a la generación de los cincuenta, de la que formaron parte Fortea, Enrique Cerdán, Ernesto Contreras y Eduardo Trives, y que tuvo su tertulia en la cafetería del hotel Samper. La editorial Marte publicó, en 1975, una antología del grupo, en la que Bauzá escribió el prólogo, y que retrata muy bien el estado de ánimo en que debían vivir aquellos jóvenes: "Algo parecía haberse desatado en el interior de cada uno o un extraño vendaval los estaba arrastrando hacia alguna parte. Porque los relojes parecían funcionar mal. De un lunes a un martes daba la impresión de transcurrir diez minutos. El día y la noche ya no guardaban su natural sucesión. Los amaneceres resultaban imprevisibles. Y cualquier sitio era bueno para despertar: la cama de una pensión desconocida o las frías arenas de la playa... A intermitencias, una penumbra rojiza, el tedio, un delirio inesperado o la amnesia lo invadían todo". Quien no ha conocido la vida de provincias bajo el franquismo, no podrá hacerse una idea precisa de lo que suponen estas palabras.

Intelectualmente, Bauzá osciló entre dos polos: de un lado, su entusiasta afición al jazz y a todo lo que rodeaba esta música; de otro, su interés por la cultura que se producía en la ciudad. Todo cuanto ocurría en el pequeño mundo cultural alicantino interesaba a Bauzá, que mantuvo, hasta el final de sus días, una actitud abierta hacia cualquier suceso. Un libro que se publicaba, la exposición de un pintor, un nuevo nombre que aparecía en el panorama literario, atraía de inmediato su atención. Es de sobra conocida la admiración que profesó por Emilio Varela. Se ha dicho también, que sus escritos sobre el pintor estaban superados. Naturalmente que estaban superados, porque los gustos cambian y los datos sobre Varela se han ampliando en los últimos años. Pero sin el trabajo paciente de Bauzá, no se habría llegado a la situación actual.

Es probable que el jazz le compensara del hecho de haberse establecido en Alicante, abriéndole una ventana al mundo. El esfuerzo para estar informado de cuanto sucedía en los Estados Unidos y también en Europa fue considerable, si tenemos en cuenta las circunstancias de la época. Los libros y los discos que le llegaban del exterior debieron suponerle un sostén anímico, en un tiempo donde la vida intelectual era mínima en la ciudad y aún en el país.