ualquier lector ajeno a la Universidad de Alicante (UA) que haya leído la versión digital del artículo "La universidad necesita reflexión y nuevos modos" (INFORMACIÓN, 25/07/2010), firmado por los catedráticos de la Facultad de Ciencias, Eduardo Galante, Miguel Yus, Juan Feliu y Enrique Louis, se sorprenderá por los dos biliosos comentarios que recibió de inmediato por parte de presuntos profesores de la UA, pues uno era anónimo y el otro iba firmado con pseudónimo (les recuerdo que el conquistador Alvar Núñez Cabeza de Vaca falleció hace 450 años).

El primer comentario se limita a insultar a los cuatros autores, a los que adjetiva de "caraduras" (¿querría decir "impostores científicos"?) -siendo así que el índice h-Scopus de aquellos varía entre 7 y 42, y el número de citas recibidas entre 148 y 4124, que son indicadores de calidad investigadora muy respetables- y a descalificar sus opiniones "por dirigir sus departamentos como en la Edad Media", a pesar de que ninguno de ellos ocupe cargo directivo alguno en sus respectivos departamentos (si bien Galante, Yus y Feliu son directores de institutos universitarios, concretamente los de Biodiversidad, Síntesis Orgánica y Electroquímica).

El segundo comentario, por su parte, niega la tesis del artículo acerca de la correlación entre el tamaño de los departamentos y la calidad de las universidades, afirmando que "hay cientos de ejemplos en las universidades (españolas)" que demuestran que la fragmentación de los departamentos tiene consecuencias favorables para la investigación. Sin embargo, la evidencia empírica apunta que las mejores universidades cuentan con pocos departamentos de gran tamaño, pues la investigación y la docencia de calidad requieren una masa crítica. Por ejemplo, la UA, a pesar de ser de tamaño mediano, cuenta con tres departamentos de matemáticas (Análisis Matemático, Estadística e Investigación Operativa y Matemática Aplicada), mientras que las 10 mejores universidades del mundo en 2009, según el "Times Higher Education Ranking", tienen uno (Harvard, Imperial College, Oxford, Princeton, Massachusetts Institute of Technology y California Institute of Technology) o a lo sumo dos (Cambridge, Yale, University College y Chicago). Y otro tanto ocurre con las mejores universidades españolas: las Autónomas de Madrid y de Barcelona tienen un único departamento de matemáticas, la Carlos III dos y la Pompeu Fabra ninguno, estando integrados los matemáticos en un departamento interdisciplinar). Seguro que en todos estos centros también surgen conflictos entre personas y entre grupos de investigadores, pero está claro que los resuelven civilizadamente, recurriendo a arbitrajes externos cuando sea menester, evitando recurrir a la perniciosa panacea de la fragmentación.

Termino haciendo un humilde llamamiento a los colegas discrepantes con el artículo mencionado al inicio o con este comentario -seguro que los hay, y en su derecho están- para que argumenten y rubriquen sus opiniones como los universitarios que pretenden ser.