No asistí como es lógico a la "Noche de la Economía Alicantina", celebrada en la dársena del puerto, bajo el embrujo de las luces titilantes de una noche de estío calurosa, que no glamurosa, y del imponente Benacantil, pero me imagino perfectamente el escenario. Gente del mundo de la empresa, probablemente preocupada y desconcertada, que se encuentra para charlar y evaluar la situación que se atraviesa, convocada ritualmente por la Cámara de Comercio y presidida por los dirigentes políticos, es un decir, que tienen la misión de animarlos.

Y me imagino la intervención del dirigente cameral, José Enrique Garrigós haciéndose cábalas, confusas por tanto, sobre el acontecer de la institución que preside y diciendo cosas en clave como la siguiente: "desconozco la gravedad de los hechos (refiriéndose obviamente a José Joaquín Ripoll, que allí estaba) pero estoy convencido de que el sistema democrático (¡menos mal!) "sigue" siendo válido. No hay que perder la confianza en las instituciones y en los políticos, etcéteraÉ", así como otras frases hechas acerca de la "competitividad" que hay que ganarse y la necesidad de innovar y de "reforzar la imagen de Alicante y su Provincia" y otras cosas de este estilo. Es decir, de todo menos de lo que debe preocupar a las empresas en esta fase delicadísima.

El desconcierto debió de ir "in crescendo" cuando el Presidente de la Generalitat, señor Camps, de visita por la ciudad, se abalanzó sobre el micrófono para hacer una demostración del disco rayado que viene colocando desde tiempo inmemorial. "Vosotros, supongo que diría, empresarios y empresarias, sois la flor de la vida. Sois los mejores. Sabéis sortear como nadie, a purito pulmón, los momentos difíciles. Así lo hicisteis desde siempre, sin ayudas del pérfido Gobierno central que se obstina en negarnos el pan y la sal. ¡Adelante por los caminos que el futuro nos depara! Nada nos va a detener. Yo estoy con vosotros: mi sola presencia os protege, y os prometo más de lo mismo durante muchos años, etcétera".

Nada sobre la situación real de las empresas; sobre el desmantelamiento de nuestro otrora potente tejido industrial; nada sobre el fiasco de las Cajas, sobre cuyo destino alguna responsabilidad tendrán; nada sobre la parte que le toca a una administración autonómica desactivada, por no decir paralizada, ineficiente, endeudada y descapitalizada. Nada que permita orientar en la práctica a las miles de empresas ayunas de crédito; nada que explique a las "empresas alicantinas" por qué están preteridas y marginadas de los pomposos recursos que se destinan en cambio a su ciudad natal, Valencia. Nada que se parezca a un diagnóstico realista de lo que ocurre y de cómo salir de éstas, al margen de nebulosos planes, en los que nadie cree, que más parece cosa de magia.

Nada, en fin. Y uno se pregunta por qué, cuando la mentalidad media de la clase empresarial está muy por encima de la de la clase política que nos gobierna reticentemente desde mil novecientos noventa y cinco, no pega un puñetazo en la mesa y se niega a ser comparsa de semejante vodevil. No un puñetazo airado y descontrolado, sino uno que ponga las cosas en su sitio. Es decir, un gesto que indique que ya está bien de cuentos chinos y de otros subterfugios que buscan solamente el voto ciego.

La principal motivación de las empresas no es, ni de lejos, de tipo ideológico, sino la rentabilidad y la eficiencia de sus estructuras y del marco en que han de operar. Ese marco es complejo, debido a la red de administraciones, regulaciones y competencias de un Estado como el nuestro. Pero creo que tienen claro que cada palo debe aguantar su vela y ser responsable de la parte que le toca. Creo que las empresas están tan interesadas como el que más en que luzca la transparencia, las reglas del juego iguales para todos, la eficiencia de las administraciones y el juego limpio, para poder ganarse a pulso las posiciones que les sean favorables en un marco democrático de intereses complejos en los que hay otros muchos actores.

La noche de la economía alicantina ha resultado ser una noche de des-economía o de antieconomía. La imagen de los políticos presentes, con sus problemas judiciales a cuestas, es una radiografía fiel de la situación. Hay que reaccionar.