La sección de obituarios del periódico recuerda a la puerta de atrás de algunos edificios. En este caso, a la puerta de atrás de la realidad. Una vez que la atraviesas, te importa un pito el resto del periódico. Ya no te concierne nada ni nadie. La sección de obituarios suele aparecer medio camuflada entre las últimas páginas del diario, como si quisiera pasar inadvertida. No se trata, en cualquier caso, de una sección estrella. Se parece a una de esas trampillas que dan al sótano de la casa y que disimulamos piadosamente con la alfombra. Yo la descubro siempre porque soy aficionado a levantar alfombras. También me gustan las puertas pequeñas y los agujeros ocultos. Me pregunto quién te recibirá al otro lado (si te recibe alguien).

Todos deberíamos disfrutar del privilegio da salir en alguna ocasión, antes de morir, en esa sección. Aunque fuera pagando. Creo que leer la propia necrológica influye para bien en la vida de las personas. De la misma manera que las enfermedades graves o los acontecimientos importantes modifican (eso dicen) las prioridades de los seres humanos, el leer la noticia de la propia muerte relativiza todo. Naturalmente, si los periódicos se decidieran a ofrecer esta posibilidad, deberían abrir una sección de Obituarios Falsos. No pasa nada, también en muchos edificios hay puertas falsas y ventanas falsas que dan el pego. La gente pagaría cantidades interesantes por aparecer ahí.

En mi casa de infancia (creo que ya lo he contado en algún sitio) había una puerta falsa al final del pasillo. La colocó allí mi padre para dar la impresión de que la vivienda se prolongaba, de que era más grande de lo que era (hay quien coloca un espejo para conseguir un efecto parecido). Aquella puerta acabó siendo una especie de espejo inverso. No reflejaba nada y lo reflejaba todo. Nos mirábamos en ella más que en los espejos y en las puertas de verdad. Y aunque no se podía abrir porque estaba, supuestamente, cerrada con llave, soñábamos con lo que había detrás. Yo pasé mucho tiempo mirando por el ojo de su cerradura, viendo al otro lado lo que imaginaba en éste. Los obituarios de la prensa tienen algo de ojo de la cerradura. Yo, al menos, los leo con un solo ojo.