Hablar del tiempo puede parecer tema de ascensores y de gente que no se conoce. Salvo que se trate de charlar con José Antonio Maldonado y Florenci Rey, como me ocurrió en las aulas de El Escorial, en cuyo caso la conversación puede ser jugosa y hasta aleccionadora.

Cada uno cuenta de la feria según le va. Por eso Florenci Rey sentenció que los hombres del tiempo, tal y como les conocemos, están en peligro de extinción. Que la información meteorológica no tiene cabida en las televisiones generalistas, y mucho menos en la prensa escrita, teniendo el usuario tan a mano las herramientas de Internet para consultar los pronósticos en tiempo real todas las veces que quiera, y con toda la aproximación a su zona que desee.

Estoy en desacuerdo con Florenci. El hecho de que en el canal donde se asoma, Cuatro, su parte meteorológico dure exactamente lo mismo, o quizá algo menos, que la promo de los grandes almacenes que patrocinan este espacio, es sintomático sobre la relevancia que da su cadena al asunto. Y sobre las modas que imperan en la televisión comercial, donde las piezas deben durar lo que dura un abrir y cerrar de ojos.

Pero basta mirar el caso de la televisión pública, con una información meteorológica extensa, de aproximación, que con una duración de doce minutos no tiene problemas para colocarse entre los programas más vistos de la jornada, para constatar que la figura del hombre o la mujer del tiempo tienen vigencia garantizada.

Me quedo con una anécdota de Maldonado sobre la sacrosanta imagen de El tiempo para los mayores. Cuando volvía a casa después de grabar, y mientras charlaba con su padre sobre los pronósticos del día siguiente, en cuanto sonaba la sintonía, el octogenario le mandaba callar: "que van a dar el tiempo". "Pero si soy yo el que lo voy a contar, papá".