Y entre ambas citas, esa eclosión nacional de devoción que se marcó tanta gente de la española nación ante el clamoroso éxito que un puñado de jóvenes logró, unidad bien cimentada ante una meta que alcanzar, en la mundialista Sudáfrica. Campeonato Mundial nada menos y, en cada rincón de la patria geografía, por minúsculo que fuera, ese enarbolar y ventear la nacional enseña. Para cabreo, ahí les den, de minúsculos grupetes de secesionistas. La Nación, la Patria, si se prefiere ese término por más sentido, así ha quedado debidamente demostrado por el peso de los hechos, viene a ser : "Una síntesis trascendente e indivisible, por coherente, con fines propios que cumplir en el ámbito de lo universal". Y vaya si hubo síntesis, coherencia, trascendencia y fin debidamente cumplido. Habla, pueblo, habla...

Entre tantas universales emociones, San Fermín, santo capotilo siempre al quite, no vio declinar un ápice su anual cita de julio, ya que tiempo hubo para todo, para la intranquila emoción del fútbol, el nervioso vibrar del encierro y la cita de la tarde en el coso pamplonica. Todo ello ante el toro de acusada presencia, de trapío indiscutible. Pamplona con el torete comercial, el de las remilgadas figuras, no sería Pamplona. Este año, al menos tanto El Juli como Castella y Perera han hecho acto de presencia. Lo de menos, aunque deba tenerse en cuenta, el resultado artístico acorde con el número de trofeos. Importa ante todo el respeto para con un afición que, juergas de solanera bien nutridas aparte, sabe calibrar lo que en el ruedo sucede. Es San Fermín, por comprometida voluntad de la Casa de Misericordia, una de las grandes citas anuales de la calenda taurina. Y todo por el toro, siempre por el toro de categoría, el que valora la auténtica valía del torero. El toro, siempre la emoción del toro...

Cierra el ámbito de las patrias emociones, por categoría e historia, aunque acusadamente venida a menos desde hace demasiados años, la valenciana feria de Sant Jaume. Feria que, a partir de 1969, vieron cómo las Fallas iban superando la tradicional cita de julio. Aquella feria que vino a ser, en sus mejores épocas, la más intensa de España, la mejor. Con la obligada Fartá, colofón del ferial. Cuando la corrida de Miura, tantos años presente, anunciaba primerísimas figuras, buena costumbre desaparecida a partir de 1939, aquel año que tantas cosas, de uno y otro signo, nos trajo. Cuando los Joselito y Belmonte, Domingo Ortega, Manolete y Arruza se anunciaban en la mayoría de los carteles, rivalizando sin reservas. Pero semos campeones, sí. Alicante. Julio.