Hace un calor de la patada. Enfilo la calle Lanuza para llegar al Gil-Albert para inaugurar una magnífica exposición de obra gráfica de artistas alicantinos. Al fondo de la calle veo una persona tumbada boca arriba y en medio de la calle peatonal. La gente pasa por al lado y nadie parece hacer nada. Entro "encabronado" al Instituto y le pido a mis compañeros que llamen a la Policía Local para atender a ese hombre, que he visto de lejos. Una chica en la puerta me dice que ya ha dado parte en el retén que está en nuestro barrio.

Me acerco al hombre. Es un hombre negro. Negro, negro. Africano sin duda. Está en una posición fetal, con los brazos hacia arriba. Respira. Huele. Tiene la ropa raída. Descalzo, los pies son blancos. Ulcerados. La suciedad es extrema. Es grande. Robusto. Y ahí está como si de una escultura callejera fuera. En medio de una calle, como un perro. Bueno, si fuese perro, vendría la sociedad protectora de animales y se lo llevaría para cuidarlo. Asco de sociedad que organiza la recogida de animales y deja a los humanos como esculturas vivientes.

Llega la Policía Local, y la Nacional. Yo estoy enganchado al teléfono de emergencias y me están pidiendo datos médicos del pobre hombre. ¡Coño!, les digo que envíen una ambulancia y punto. ¿Qué datos voy a dar de una hombre arrojado como una garrapata al suelo alicantino? He llamado, he dado parte, pues que vengan. Les digo que está la poli local y me aconsejan que ellos tomen cartas en el asunto.

Los polis son muy amables. Me tranquilizan diciéndome que lo conocen. "Es Erick", asevera uno de ellos. Lo mueven y lo colocan agazapado contra la pared. Me cuentan que es un "habitual". Borrachera tras borrachera se convierte en asiduo de la calzada alicantina. A veces es violento. A veces duerme por días. Les pregunto por qué no se le lleva al psiquiátrico, que es de la Dipu, y me dicen que lo llevan pero que lo rechazan porque no está loco.

¿Qué tipo de sociedad tenemos? Este hombre está enfermo, porque es alcohólico. Y beber no es sino que una enfermedad mental y física. ¿Quién lo ha rechazado? ¿Quién ha decidido que es un "simple borracho"? ¿A nadie le duele verlo tirado como una colilla pisable? ¿Qué sociedad recoge a los animales callejeros y deja a los humanos tirados y desamparados? Les pregunto si tiene papeles. Y me dicen que los inmigrantes suelen tirar el pasaporte nada más llegar para no volver a su tierra. Yo haría lo mismo. Yo me habría comido el pasaporte a cachitos.

Pero, repito, ¿hay alguien ahí afuera que pueda hacer algo? ¿Quién dice basta ya a tener a Erick, o a quien sea, como una alfombra callejera? Me resisto a pensar que esta sociedad va a caminar a la playa viendo seres humanos adosados a las teselas de la Explanada como si de plantas ornamentales fuera. Una sociedad anestesiada contra el dolor humano es una sociedad perversa. No hay crisis económica, hay crisis moral y valores. Hubo pobreza en España en tiempos pasados, pero estas escenas eran observadas con preocupación. No son los pobres de Africa en Africa. Son los hombres africanos en nuestra tierra. Ya no lo vemos por televisión. Ya no sólo vemos hambre y moscas en el hemisferio sur. Están aquí. En tu portal de la calle Lanuza.

Erick no tiene capacidad de decisión sobre su propia vida. Y el Estado que tanto regula para organizarnos; llevar el cinturón de seguridad, no fumar aquí o allí, no hablar con el móvil conduciendoÉ es incapaz de recoger a un pobre hombre enfermo. ¿Dónde está su libertad? Para que tenga libertad necesita curarse. No hay libertad en el alcoholismo. No hay libertad por estar en la calle. Es un rehén de su situación. La libertad es algo más que no estar entre rejas. Si de verdad creemos que no se puede tener a una persona pegada a un contenedor de basura como si de una silla vieja se tratara, algo tiene que cambiar.

Cabrona sociedad ésta, empeñada en paliar el sufrimiento de los animales, pero desorganizada para acompañar a no morir en la calle como a un perro a esta pobre persona. No es Erick. Somos nosotros los responsables de que un ser humano no muera en la calle. La próxima llamada será para avisar de su muerte. ¡Qué tristeza y dolor!