La manía reglamentista no es nueva en este santo país, y menos aún en el capítulo de la enseñanza. Tenemos más leyes de educación que ministros de esa cartera a los que se recuerde. Hay más reales decretos encaminados a aclarar (?) cómo se debe seguir el camino hacia Bolonia que dudas respecto de lo que significa lo del Espacio europeo, y éstas son legión. Pero nunca parece ser tarde para sacar un nuevo reglamento: el último -por ahora- aspira a poner orden en las tesis doctorales.

¿Hace falta tanto articulado, tan profusa norma? Respecto de las tesis, seguro que no. De hecho, si se aplicase con rigor la exigencia de que una tesis doctoral debe suponer un avance significativo en el conocimiento, serían poquísimas las que se leerían. El doctorado se ha vuelto la ceremonia de pubertad de nuestro mundo postmoderno y sigue rituales muy estrictos que poco (o nada) tienen que ver con la ciencia, la literatura o el arte. Se trata de humillar al doctorando con preguntas absurdas para, a continuación, darle la máxima nota y obligarle a que pague el almuerzo. ¿Cambiará algo de eso con la nueva normativa sobre las tesis doctorales? Lo dudo. Los globos sonda que, siguiendo la tradición, anticipan el articulado del real decreto hablan de nuevas restricciones en los plazos para presentar un trabajo que, en promedio, alcanza ahora cerca de seis años. El reglamento en vías de gestación parece que lo reducirá a la mitad, tres cursos. Pero ya se sabe que las excepciones son el camino mejor que lleva desde el infierno al paraíso y, así, quienes hagan el doctorado a tiempo parcial dispondrán de cinco años, prorrogables hasta siete si una comisión pertinente -todas lo son- lo autoriza -todas lo hacen-.

Lo más novedoso en esa vuelta de tuerca hacia la nada es que van a crearse escuelas de doctorado. Faltaría más. Cada autoridad imbuida en el espíritu del cambio fundamenta éste en crear algo, sea lo que sea y se llame como se llame; quitar lo inservible no parece ser tarea digna de la pompa y del rango de quienes mandan así que, en suma, los órganos, los centros, los planes y, claro es, los reglamentos van acumulándose como los esqueletos de los corales y con parecida eficacia docente. Un responsable de la cosa ha declarado/aclarado que las escuelas doctorales deberán ir ligadas a la estrategia de investigación de cada Universidad. AngelitoÉ ¿De verdad cree que existen esas estrategias más allá del papel mojado de los planes de igual nombre? Tales escuelas, cito de manera textual, "podrán contar con la colaboración de institutos de investigación, hospitales o empresas de base tecnológica, españolas o internacionales". Y todo eso con el fin de que, "además de potenciar cada universidad sus propias fortalezas, la investigación esté más ligada a las necesidades de cada entorno, y se fomenten las salidas laborales de los doctorados".

En otra cosa, no, pero en cuanto al fútbol, la energía eólica y la ciencia ficción administrativa, somos los mejores.