Aunque peque de políticamente incorrecto, deseo expresar mi queja ante tanto exceso. Un exceso que, por planetario que sea, no deja de serlo. Ciñéndonos a lo nuestro, a lo cercano, a lo ocurrido aquí y en nuestras televisiones, al territorio de las pantallas, lo visto merecería un buen correctivo.

Alguien debería, con calma, analizar los informativos de las últimas jornadas para, con cierta frialdad, echarse las manos a la cabeza.

Por poner nombres y apellidos, que lanzar la piedra y esconder la mano parece poco elegante, señalemos el caso de Telemadrid, donde el presentador Vicente Gil se pasó todo el fin de semana aludiendo al españolismo de ciudades como Ermua o Barakaldo, pronunciando sus entradillas con una saña y regusto que, caso de ser reales y no una pose o un tic, no estaría de más fuesen tratadas por un especialista.

Otro ejemplo. Las noticias de Antena 3 del domingo a mediodía se tragaron Srebrenica, las pateras, Cuba y todo lo que no tuviese que ver con el Mundial. Lourdes Maldonado, durante el minuto de la pausa, se mudó con la camiseta de la selección. Menos mal que el señorío de Ana García Siñeriz no defraudó. A las ocho de la mañana del lunes, a la hora del encierro, mientras sus compañeros sí la lucían, ella todavía no había sucumbido a la camiseta roja.

No vale justificar tanto exceso por la victoria final. Da igual que no hubiésemos llegado hasta aquí, puesto que la fiebre y la desmesura vienen de atrás. También en tiempos de derrota.

Dudo muchísimo que esta euforia ayude un ápice a mejorar la cultura y la educación de los habitantes de este país.