Habéis hecho feliz a mucha gente. A muchos españoles, españolas, residentes en España afines a La Roja y a todos aquellos que sienten la roja y gualda más que nunca. Y es que pocas veces se ha seguido un mes con tanta expectación por nuestra selección, con las calles engalanadas de banderas de España, con la gente paseando por la calle con la roja camiseta y con las cafeterías, bares y restaurante haciendo el agosto en el mes de julio. Los patrocinadores encantados, las pescaderías también, porque pocas veces van a vender tanto pulpo desde que el alemán Paul ha acertado todos los resultados del Mundial sin inmutarse y tras darse un verdadero atracón de mejillones, devorando uno tras otro. Además, aquellas empresas que ofrecieron premios al principio del mundial devolviendo dinero o haciendo descuentos del 50% estarán preparadas para hacer frente a la cola de consumidores que gritaban porque ganaba España y además porque van a ver la tele gratis mientras les dure. Y que conste que estamos convencidos de que estas empresas lo hacen encantadas por la publicidad que esto también les depara a ellos.

Parece mentira lo fácil que es olvidar problemas, que hay cosas que tendremos que solucionar en este país para que la sonrisa de la vida nos luzca como la del fútbol. Y un simple balón, llámese como se llame en Sudáfrica, es capaz con nuestra selección de unir a personas tan distintas, a recuperar un sentimiento de lo español que tantas veces algunos desearían que quedara enterrado para siempre, y a volver a ver nuestras ciudades y pueblos con la bandera que a todos nos representa. En coches, en las casas, con ella puesta como un suéter, y hasta con los animales de compañía vestidos con La Roja. Las fuentes de todas las ciudades se quedaron sin agua después de haber ejecutado esta vieja tradición de bañarse tras un hito futbolístico. Pero no solamente en España, sino en Washington, donde los 8.000 españoles se acercaron a la fuente donde ya lo hicieron al quedar campeones de la Eurocopa ante los atónitos ojos de los americanos, en Londres, en Bruselas y hasta en Amsterdam, donde nuestros desplazados se atrevían a lucir La Roja.

El partido fue lo que preveíamos, duro hasta el final, con Holanda cortando el choque constantemente y con algunos jugadores que cambiaron el fútbol por otro estilo de juego mientras se les permitía hacerlo. Hubiera sido injusto perder, pero al final la justicia se ganó como en una película de Alfred Hitchcock. A falta de dos minutos y por un jugador que repitió lo que ya le vimos hacer en Londres ante el Chelsea. Marcando al final a falta de dos minutos, cuando más daño haces y dejando al rival noqueado ante las cuerdas. Hasta el pulpo Paul gritaría de alegría entonando una especie de "Ya lo dije una vez más". Y es que ¿alguien dudaba de que ganaríamos? Con España entera llena de banderas, con el mundo entero lleno de españoles empujando ese balón de Andrés, y con miles de valientes que se fueron a Sudáfrica dejando la piel y el bolsillo no podíamos perder. Ha sido la batalla mejor ganada. Ni nuestros conquistadores lo hubieran firmado mejor. Ha sido la recuperación de la furia. Y a ver si de verdad esto sirve para unirnos a todos los españoles de una vez. El fútbol consigue difíciles logros, pero esta es la verdadera oportunidad para conseguirlo. Somos diferentes, y eso es bueno, pero nos une esta bandera y un sentimiento de Estado, que también lo es. A ver si corre la voz como lo ha hecho el Jabulani en Sudáfrica y dejamos de enfrentarnos de una vezÉLa unión hace la fuerza y lo hemos visto perfectamente.