En relación con el artículo publicado en el suplemento dominical de su periódico, del día 13 de junio, titulado Dos poetas en guerra. Rafael Alberti y Miguel Hernández, del eminente hernandiano, y respetuosamente admirado José Luis Ferris, sin desdeñar la existencia de posibles enfrentamientos personales, explicables no sólo por los diferentes orígenes, formación y caracteres de ambos poetas, sino también por las tensiones y adversidades que anegaron los momentos más difíciles de sus vidas, nos parece que algunas opiniones sobre esta relación y sobre su significación dentro del campo republicano, podrían contribuir a una más completa visión de estos dos grandes escritores y del contexto en el que pusieron sus palabras y sus vidas al servicio de la libertad de nuestro pueblo. Y es este deseo de ofrecer nuevas perspectivas a la cuestión, el que, sin ánimo de polémica o confrontación, motiva nuestras aportaciones.

Manifestando, de entrada, nuestra veneración para la figura del malogrado y nunca suficientemente ensalzado oriolano y nuestro respeto por el laureado e ilustre gaditano, evocamos las palabras que sobre ambos recogió, María Gómez y Patiño, en su libro Propaganda poética en Miguel Hernández, trascribiendo las de Antonio Buero Vallejo cuando dijo: "era Alberti un escritor famoso y admirado antes de la guerra. Alberti, su mujer y otros como ellos, practicaban todo lo que podían su acercamiento a las líneas, a los frentes o a la retaguardia de los frentesÉ Pero yo no creo que hubiera mucha diferencia entre el acercamiento de estos ya más situados como escritores y el de MiguelÉ Miguel era un poeta, un escritor y un adicto a la República. Y Alberti lo mismo que contribuía a la causa publicando en revistas y arengando". Pedro Mateo Merino, que combatió también en la primera Brigada Móvil de Choque, aunque con posterioridad a la actuación en la misma de Miguel Hernández como comisario cultural y político, nos dice, refiriéndose a la actitud de María Teresa León: "Sorprendía como una mujer bellísima y con un alto nivel intelectual se ponía a la altura del más modesto de los combatientes, sin ninguna pretensión, e incluso pasando de unos brazos a otros en el baile, con un espíritu de comprensión y de sencillez, verdaderamente sorprendente".

María Asunción Mateo, esposa de Rafael Alberti, con el que ha compartido una parte importante de su vida, nos ha dejado su interpretación y valoración de las relaciones entre ambos poetas. Dos rayos que no cesan fue el título del discurso que pronunció en el acto de clausura del II Congreso Internacional dedicado a Miguel Hernández, en el que nos dio noticia de la estimación del poeta gaditano por nuestro entrañable poeta, diciendo: "Rafael siempre trasmitió sobre Miguel Hernández un auténtico cariño, una admiración sincera y una singular ternura por lo que representaba". Una más extensa cita, que incluimos a continuación, nos permitirá disponer de una autorizada y generalizada opinión sobre la histórica significación de ambos escritores, tal como dijo María Asunción: "Miguel Hernández y Rafael Alberti representan no sólo a dos poetas insignes, sino a dos hombres comprometidos en su lucha contra la dictadura, en continua defensa de las libertades, de aquello en lo que creían, y estuvieron unidos en lo que de verdad importaba".

La presidenta de la Fundación Cultural Rafael Alberti, hermanada con la dedicada a la memoria de nuestro poeta, también relató la participación de su esposo en el homenaje público que tuvo lugar en Alicante, con motivo del cuarenta y ocho aniversario de su muerte, en el que dedicó su recital a "su admirable y heroica mujer", Josefina Manresa, finalizando su disertación con siguientes palabras: "Miguel Hernández y Rafael Alberti fueron y son, personas y poetas con una conducta y una obra ejemplares".

Con relación al largo y forzado exilio de Rafael y con la aún más trágica, precipitada y cruel extinción de la vida de Miguel Hernández, no podemos dejar de significar que, más allá de sus concretas y específicas circunstancias, que los responsables de tantas desdichas y hecatombes que afectaron a los hombres y mujeres del pueblo que ellos siempre defendieron no fueron otros que Francisco Franco y los que apoyaron su golpe de Estado del 18 de julio, la guerra civil a la que dio lugar y la inclemente represión que llevó a cabo tras el desplome de la República.