A mediados de abril, cuando los magistrados del Tribunal Constitucional discutían la enésima ponencia sobre el Estatut catalán, el presidente del Gobierno auguró que la sentencia sería "buena" y tendría efectos políticos "limitados". Aunque en Europa le toman por el pito del sereno (que le pregunten a Angela Merkel), Zapatero no ha ido muy errado en sus pronósticos.

Desde luego, la sentencia ha sido buena para sus (difíciles) intereses electorales. Pese a los aspavientos iniciales de CiU y PSC, en parte del establishment político y económico local cundía la idea de que "la cosa podía haber sido peor". De ahí los intentos (tanto de José Montilla como de Artur Mas) de rebajar la tensión, pese a la manifestación de protesta convocada contra la sentencia.

Ante los próximos comicios autonómicos, el recorte limitado del Estatut (la línea roja se habría traspasado si se hubiera puesto en cuestión el modelo lingüístico aplicado en la escuela) enfada mucho a los independentistas pero algo menos a CiU que, con unas encuestas favorables para regresar a la Generalitat, tampoco tiene necesidad de escorarse hacia las tesis de ERC.

En caso de victoria sin mayoría absoluta de CiU (y si no prospera la "opción PNV"), Zapatero espera que Artur Mas le ayude a llegar hasta el final de la legislatura (marzo de 2012), a cambio de apoyos en Cataluña. Todo esto es posible, pero debe considerarse un factor que puede alterar los deseos de ZP: el descontento en ciertos sectores ante lo que se considera como tomadura de pelo del TC (tras recortar un Estatuto aprobado en referéndum), combinado con un deterioro de la economía (nadie duda que el malestar social habrá aumentado en otoño) facilita la eclosión de oportunismos de todo tipo. Sean xenófobosÉ o de ex presidentes azulgrana.