Esto no puede estar pasando. Cuando Telecirco se pone a pensar hay que temblar, pasar de todo, o tomar partido. Cuando se pone a pensar es capaz de retorcer la misma idea y convertirse en un canal monotemático. La tarde la tiene copada con las monerías de los comedores de yogures, de los que van al retrete a defecar sin pedirle permiso al jefe, y de los que atienden al teléfono en directo porque, entiéndanlo, la información es viva y se produce en cualquier momento. Y Karmele Marchante ha nacido para informar, con el mismo rigor o más con que se puso a cantar. Por la mañana reina con primor la dama de las basuras en plena acción, aunque Ana Rosa Quintana jamás perderá la sonrisa, se manchará las manos de semen o sangre, y mucho menos dejará que un pelo resabiado le fastidie su cardado. Pronto se va de vacaciones. No importa. La reina jamás descansa.

Como jamás descansan los ingenieros de la cadena. Y como piensan en lo mejor para su clientela, a la que conocen de maravilla, pensaron en rescatar de la naftalina y la grisura y el justo olvido a Santi Acosta. Es uno de los tipos más insulsos que uno recuerda, ese tipo de tipos que no destaca ni por bello ni por tonto, ni por feo ni por listo, ni por zafio ni por exquisito. Aún así supo mantener a punto una salsa que hizo de lo rosa un lugar de pesadilla y vulgaridad que hoy se recuerda como sinónimo de televisión carroñera y sucia. ¿A qué ha vuelto este señor al pastizal nocturno de la cadena? A hacer lo que sabe hacer, moverse con soltura por los alrededores de la indecencia. Enemigos íntimos es un tiempo de televisión anacrónica, pachanguera, redundante, biliosa, indecente, grosera, estúpida. Otra gota en ese solar de voraz incultura con que algunos se santifican.