No salen las cuentas, no hay tanto consejero afín a los socialistas. Ocho son, según la crónica de D. Navarro en el INFORMACIÓN del miércoles, los miembros del Consejo de Administración de la CAM a los que repentinamente les ha entrado, junto al sindicato mayoritario de la entidad, una necesidad irrefrenable por denunciar la letra pequeña de aquella fusión fría con la que todos estaban encantados. Por tanto, si la aritmética no engaña, lo serán afines al Partido Popular, y si de seguidores de la gaviota se trata, lo serán de la facción que sigue las instrucciones emanadas del palacio de la Diputación. Los ululadores oficiales del zaplanismo y sus amigos vuelven a enredar.

De nada servirán las advertencias con sabor de amenaza que desde el sindicato mayoritario se han hecho para con la denominada fusión fría con las cajas de consanguinidad socialista. Debieran entender que aunque en lenguaje coloquial se les llame fusión fría o virtual, de entrada no lo es. Se trata de un acuerdo al que se llega tras una negociación, en el que con parte del negocio de las entidades se conforma una entidad financiera nueva, en la que no caben representaciones extrapoladas de la LORCA, sin perder cada una de ellas su propia identidad. La legislación impone que una de las entidades lidere el proceso, independientemente del volumen de participación de unos u otros. Estas alianzas tendrán una duración mínima de 10 años y conllevan un compromiso de cesión mutua de liquidez y beneficios. Más allá de estos refuerzos de solvencia y cesión de beneficios de las entidades excedentarias a las que pudieran ser deficitarias, los partícipes pueden alcanzar otros acuerdos de integración mediante el desarrollo de centros de servicios compartidos para dar soporte a determinadas operativas. Tras ello el FROB espera con su inyección de liquidez.

Teniendo claro que el SIP parte de una negociación entre partes, queda claro en este caso que nos ocupa, que o los directivos de la caja alicantina han dejado mucho que desear en este proceso -fracasos disfrazados de impedimentos u obstáculos de última hora ya los hubo con el Banco Atlántico o Urquijo-, o las cosas pintaban tan mal en la CAM que antes que una intervención del Banco de España, terminaron por claudicar ante todo lo que los representantes de la solvente Cajastur fueron poniendo sobre la mesa. A los implacables en la negociación, como definió Modesto Crespo al equipo directivo, no les ha quedado más remedio que renunciar a las fanfarronadas en su día pronunciadas con más corazón que cabeza: "La CAM sólo aceptará una fusión en la que pueda liderar e imponer su filosofía". En cualquier negociación valen los argumentos, sobran los panegíricos.

La atonía institucional de la que han hecho gala todos los actores en este negocio, ha concluido con la entrega de la caja alicantina a Manuel Menéndez, que si no ocurre un milagro contable será la persona encargada de regir los destinos de nuestra CAM y demás entidades virtualmente fusionadas. Ni desde el Consell, donde el presidente Camps anda más preocupado y ocupado con las derivadas del caso Gürtel en su persona y en su partido, perdiendo fuerza y pujanza para poder defender o interceder por los intereses de la CAM ante nadie, ni desde su partido en Alicante más entretenido en enredar poniendo palos en la rueda a todo aquello que no fuera una fusión con Cajamurcia -sin entender que acabaríamos fagocitados por la caja de Valcárcel con la que además el solapamiento de sucursales es similar al de Bancaja-, ni por supuesto desde el Consejo de Administración o los despachos de la sexta planta de Oscar Esplá se ha tenido el necesario vigor para hacer valer lo que en su día muchos pusimos en sus manos. Atónitos nos han dejado.