Visto lo visto, resulta que el motivo decorativo que fue instalado en la plaza del Ayuntamiento de Alicante con motivo del Mercado Medieval resultó más vistoso y celebrado que la propia hoguera oficial. Bastó acercarse a las inmediaciones el día de San Juan y el fin de semana posterior para comparar.

Mientras la noche más festera del año, la del ritual de la cremà, la plaza estaba literalmente blindada al público, convirtiéndose en un plató de televisión, durante las veladas siguientes aquello fue un hervidero. Con gente, con mesas, con ristras de longanizas asadas y tremendo olor a fritanga. Y en el centro, unos globos amarillos y negros a los que aplicando cierta mirada se les podía identificar con una de esas extintas hogueras experimentales.

Teniendo en cuenta que el presupuesto del monumento oficial ascendía a 102.000 euros, y que los globos de quita y pon más ese buitre gigante al que subían y bajaban las grúas no eran más que un decorado de pega, queda claro que a la hora de hacer fiesta, los límites entre el original y la copia son bastante difusos. Si a esto añadimos que del monumento oficial se dijo que su acabado parecía como una hoguera de instituto, y que su enésima alusión a los tópicos de la ciudad mediterránea y acogedora ya olía, va a resultar que los globos de marras eran estéticamente más resultones, y vistos con ojos cómplices, hasta poseían más carga crítica.

La gente quiere fiesta. Si en lugar de globos de colores, el mes que viene o a las puertas del otoño, por celebrar algo, colocasen a saber qué artilugio con sus buenas raciones de carne a la brasa, la plaza volvería a llenarse de curiosos. Y atención, sólo los puristas advertirían la diferencia.