El partido Paraguay-Japón fue una mina de argumentos para los que insisten en decir que el Mundial de Sudáfrica, en particular, y el fútbol, en general, es un deporte esencialmente aburrido. Pero, ¿qué significa "aburrido"? ¿El fútbol americano es aburrido? ¿Y el tenis? ¿Y la Fórmula 1? ¿De verdad es más divertida una carrera de coches que un partido Paraguay-Japón? Digamos que un partido de fútbol, como una catedral gótica, es un bosque de símbolos que deben ser interpretados. El famoso y hermosísimo laberinto trazado sobre el pavimento de la catedral de Chartres no es aburrido y, más que contemplado, debe ser interpretado. De la misma manera, el laberíntico (y, eso sí, feísimo) juego ofrecido por las selecciones de Paraguay y Japón debe ser también interpretado. Pero que lo haga Rita. Hoy toca hablar de España.

Todos los cenizos del mundo están un poco tristes porque la selección de Del Bosque resulta que está en cuartos de final. Después de una primera parte jugada a la manera paraguayo-japonesa, en la segunda parte salió Fernando Llorente y apareció el de siempre, ese tal Villa, para silenciar a la Internacional Cenizista e inyectar un poco de optimismo en las botas de los jugones (te echamos de menos, Andrés Montes) de la selección española. En esa primera parte lenta y tristona aparecía el fantasma de Maquiavelo susurrando que es mejor obrar y arrepentirse que no obrar y arrepentirse. España no obraba, y seguro que en el descanso se arrepintió. Por eso la salida de Llorente, un símbolo más en la catedral gótica española, puso las pilas a Iniesta y compañía, inyectó optimismo, dio de comer al hambriento y de beber al sediento y engrasó la maquinaria de un equipo que siempre quiere ser un equipo. Digamos que Llorente significó para España lo que Charlie Parker para el jazz.

Cuando en un grupo de jazz comienzan las improvisaciones, el solista se fuga del pulso fundamental y comienza a tocar desplazando el acento rítmico con respecto al latido marcado por los golpes de la batería. El gran saxofonista Charlie Parker fue apodado "Bird" precisamente por "volar" de esta manera, y eso fue exactamente lo que hizo Llorente "Bird": volar sobre el terreno de juego, convertirse en el solista del equipo de jazz español, desplazar el acento rítmico del juego de España con respecto al latido marcado por los pases de Xavi, Iniesta y Xabi. El saxofón de Llorente abrió el partido. La batería seguía a lo suyo, y el saxofón de Charlie Parker permitió la improvisación necesaria para que Villa se colara en la melodía modificando los acordes. 1-0 y a cuartos de final.

Si la presencia del saxofonista del Athletic fue importante para ganar a Portugal, la elegancia y el saber estar de los jazzistas españoles fue fundamental para saber ganar el partido después del partido. El explorador noruego Roald Amundsen, el primero que llegó al Polo Sur, celebró su hazaña sentándose con sus compañeros, bebiendo té, haciendo algunas mediciones geográficas y preparando el regreso a casa.

Como Amundsen, después de vencer a Portugal los jugadores españoles y el seleccionador no se entretuvieron en abrazarse a lo loco, gritar a lo bestia y celebrarlo a lo grande, sino que se tomaron un té con la prensa, hicieron las mediciones oportunas para enfrentarse a Paraguay y se conjuraron para regresar a casa lo más tarde posible. Del Bosque no ha llegado todavía al Polo Sur, pero es todo un explorador noruego. Si Llorente es Charlie Parker, Del Bosque es Amundsen. "Bird" y un aventurero sereno. Un saxofonista y un té después de la victoria. Improvisación y mediciones geográficas. Jazz y Polo Sur.