Qué casualidad. El mismo día que acababa la temporada de Página 2 se asomó a la ventana de la cadena sin la que algunos no podríamos vivir el nuevo programa Nostrom. Sé que las comparaciones son odiosas. Pero visto lo visto, los valores de Página 2 se multiplican exponencialmente.

Ambos son espacios sobre libros, pero mientras Página 2 tiene ritmo y deja a sus puertas cualquier atisbo de pedantería, Nostromo está realizado a la manera de esos programas rancios que confunden rigor con aburrimiento, y en donde la trascendencia provoca sarpullidos.

En Nostromo tenemos la ocasión de asistir a una reunión de escritores y críticos encantados de haberse conocido. En la entrega aludida hablaron sobre el canon literario. Con cara de pocos amigos. Casi de estreñidos. Tanto Eloy Fernández Porta como Luis Magrinyà fueron incapaces de atisbar un esbozo de sonrisa en veinte minutos. Como si sonreír fuese un demérito.

El programa lo salvó, qué duda cabe, Félix de Azúa, cuya presencia es suficiente para llenar un plató. Y tiene su mérito, teniendo en cuenta la planicie comunicativa del presentador, Ignacio Vidal Folch. Menos mal que, como contrapeso, ahí estaba Montse Busquets, que es tanto como decir una flor en un desierto.

Cómo vamos a echar de menos a Óscar López y su bonhomía, como demostró en compañía de John Irving. De qué manera a Desirée de Fez y sus críticas sobre adaptaciones cinematográficas, que sutilmente puso las cosas en su sitio a propósito de la desafortunada El retrato de Dorian Gray. Pese a todo, hay una coincidencia. Ambos espacios se realizan desde Barcelona y con profesionales cat0alanes. A pesar de ser la cara y la cruz.