El público de Valencia ha venido a ver una carrera manipulada". La sentencia es de quien ustedes ya imaginan y no pudo ser más rotunda. Para seguir el rastro, a sus ojos y al de no pocos de los especialistas nacionales, de lo que ha sucedido en el circuito es necesario situarse en el instante en el que se produjo el tremendo impacto. Un piloto por los aires y, el coche oficial, hecho trizas. A partir de ahí, la confusión prima en escena. Se denuncia un desliz posterior y los responsables de tomar las medidas oportunas se retrasan, al parecer, más de lo debido. Según los observadores, lo imprescindible para que la sanción correspondiente a la jugarreta quede sin efecto. El protagonista del incidente no es otro que el gachó más controvertido por estos pagos. El señalado por antonomasia. Las reacciones a la resolución de los jueces no se hicieron esperar. Que si "la tardanza en sancionar al protagonista adulteró la prueba"; que si "quebrantar las reglas no puede ser rentable"; que si "cuando el reglamento es claro no valen demoras"; que si, en definitiva, lo sucedido resulta escandaloso... Los espectadores no pueden dejar de tener la sensación de sentirse estafados ante un espectáculo que, por una causa o por otra, viene repitiéndose y al que, por el cúmulo de anomalías en el que se ve envuelto, no le sacan el gusto. Tanto sobresalto ha logrado distorsionar la conducción de los equipos. Algunos de los participantes estelares se quejan también amargamente porque a su entender ellos, respetando las normas, no sólo no obtienen ventaja sino que se sienten perjudicados por el modo en el que la autoridad competente actúa. Y, en esa misma línea, aseguran que la concurrencia no merece ni de lejos este tipo de carrera. Todas estas circunstancias marcan la cita del año que viene. Menudo Gran Premio se presenta. Si será especial, que la edición contempla Alicante y Castellón.