Hoy la Capella y la Escolanía del Misteri viajan a Novelda para ofrecer un concierto de nuestra Festa. Hasta aquí la noticia que pretendo comentar. Hace bastantes años que la Capella, la Escolanía y en definitiva el Patronato están comprometidos en la difusión de nuestra Fiesta por el procedimiento de los conciertos. Sin duda, esta forma de difusión es la más digna y representativa de cuantas pueden posibilitar una aproximación a la "realidad" de nuestra fiesta. Y lo es por varios motivos.

Primero porque la aproximación al Misteri es diversa: se lee, se ve, se oye, se siente. Segundo porque es directa, el espectador contempla, sin visiones o interpretaciones interpuestas. Tercero y fundamental por su repercusión pública, manifiestamente superior a lo que se consigue con los medios audiovisuales, libros y artículos.

Es evidente que en un templo pueden congregarse varios centenares de personas o varios miles, que indefectiblemente quedan gratamente impresionados con los cantos y los cantores, con los vestuarios y las imágenes, con las notas del programa y las explicaciones. Todo eso se amplifica con carteles y entrevistas, con recursos mediáticos y con la transmisión boca a boca del "acontecimiento".

Se podría argüir que ésta es una visión superficial e incompleta del Misteri y hay que admitir que eso puede ser así, pero esa observación es trasladable a muchos de los espectadores que contemplan los ensayos generales y creen haber conocido el Misteri. Como todas las manifestaciones culturales populares, el Misteri es más que una representación; es una vivencia anímica y una emotiva seña de identidad en la que hay que profundizar día a día, incluso para los asiduos no ya de los ensayos sino de las representaciones de la Vespra y la Festa. Esa es su grandeza. Cada contemplación aporta impresiones nuevas, que sirven a los que buscan impresiones estéticas y plásticas, a los que lo viven culturalmente (participación, enraizamiento social, identidad) y a los que creemos en su contenido catequético. También podría criticarse que los espectadores de estos conciertos "creen" haber visto el Misteri, que lo que se hace se presta a confusión. No parece muy razonable este argumento, a pesar de errores en los titulares de los medios, cuando desde la presentación, los carteles, los comentarios del programa, el contenido del concierto, las escenas y su desarrollo indican o señalan lo contrario: Un concierto.

Afortunadamente desde diciembre de 2006 en todos los conciertos se incorporan las imágenes de las representaciones de agosto 2005, que son una especie de frontera fácilmente perceptible que permite diferenciar claramente un concierto de una representación. El espectador aprecia que lo que se ofrece en las pantallas difiere notablemente de lo que tiene antes sus ojos. Los habituales de estos conciertos podemos testificar el entusiasmo, la acogida, la aceptación y la emoción, la ausencia de dudas de quienes aplauden, se emocionan y felicitan a los intervinientes. Eso compensa cualquier esfuerzo y minimiza los inconvenientes.

La emoción es reciproca, porque aplauden a la Capella y Escolanía y a ese "exquisito retazo" de nuestra Fiesta; y lo hacen varios miles de personas, en La Seu de Mallorca, en la Catedral de Valencia, en el Pilar de Zaragoza, en Santa María la Mayor en Roma y también los varios cientos en Alicante, en Benidorm, en la Vila, en Biar, en Finestrat, en Caravaca. Es de agradecer que poblaciones de nuestro entorno, no sólo emocionan los grandes templos y los miles de espectadores, con un legado cultural, histórico y geográfico próximo nos inviten a participar en sus efemérides locales. Hemos celebrado con ellos los 700 años de la Consagración de una Catedral, los ochocientos de Jaime I, la Primera Reunión Mundial de Santuarios Marianos, hemos estado en tres ciudades Santas: Roma, Santiago y Caravaca, y celebrado la restauración de la Catedral de Bilbao, y no solo efemérides religiosas o históricas, también celebraciones civiles como la capitalidad cultural europea de Salamanca, los 725 años de la Carta Puebla de Finestrat, y un largo etc que arranca desde los años cincuenta.

Los ilicitanos deberíamos estar orgullosos de ello, de ser invitados de excepción, de permitirnos acudir con nuestra más exquisita embajada, de estar presentes en las más destacadas celebraciones de los demás.

Si tiene algún sentido esa distinción que tanto nos enorgullece, la de Patrimonio de la Humanidad, es ésta: que la humanidad conozca y valore algo que heredamos, conservamos y que nos identifica.