En unos días finaliza para España su turno rotativo en la Presidencia del Consejo de la Unión Europea, donde no parece que las cuatro prioridades que el Gobierno de Rodríguez Zapatero se marcó como objetivo hayan logrado despertar mucho interés entre los españoles, más preocupados en estos momentos por los asuntos que les son más próximos que por los resultados que España pudiera obtener en su gestión al frente de una institución como es la Presidencia de la UE, donde hemos perdido una gran oportunidad de mostrar a nuestros socios europeos que nuestro país, que iniciaba su mandato con la entrada en vigor del Tratado de Lisboa, estaba preparado para lograr la plena aplicación del mismo, para coordinar las políticas económicas, para promover la reactivación y un crecimiento sostenible en toda Europa, para reforzar la política exterior de la Unión y convertir a ésta en un verdadero actor global, y por último, para impulsar una Europa de derechos y libertades al servicio de los ciudadanos. Estas eran las prioridades que el Gobierno de Zapatero se había marcado durante la Presidencia de la UE y nadie se cree que hayan sido desarrolladas con eficacia

Una gran mayoría de españoles considera que, ante la actual coyuntura económica, la gestión del Gobierno de Rodríguez Zapatero no está siendo todo lo eficaz que se hubiera deseado, y que sus intereses están siendo gravemente perjudicados sin que se atisbe a corto plazo un cambio de tendencia importante como para darle la vuelta a la situación. La alta tasa de desempleo, las dudas en la solvencia del país, el alto déficit a soportar, así como el descontento general, parecen confirmarlo.

Los vaivenes en las medidas a aplicar, la falta de acuerdos con la oposición, y, lo que pensamos es más importante, su falta de liderazgo, han logrado llevar a la opinión pública que el presidente está tocado y que las últimas medidas de reducción del déficit, contrarias a sus verdaderos deseos, le han sumido en el desconcierto y en no saber qué más ha de hacer para sacar al país de la depresión en que se encuentra, lo que nos hace poner en duda seriamente la capacidad de este Gobierno para poder gestionar los asuntos públicos con eficacia

La solución a toda esta compleja situación no se tiene, como recomiendan desde el Partido Popular, convocando nuevas elecciones, pues en estas condiciones hasta el propio e inolvidable Paco Cascos las ganaría. El Partido Popular necesita, llegado ese momento tan ansiado por algunos, dirigentes con más amplio sentido de responsabilidad que el que mantienen en la actualidad los Rajoy, los Camps o las Cospedal. La falta de lealtad al Estado que demuestran en estos momentos de grave situación económica, la falta de decencia política que manifiestan al tratar sus casos de corrupción, y su hipocresía al considerarse ahora más marxistas que el propio Marx, le convierten en un peligro para la estabilidad del país.

En las últimas elecciones generales los ciudadanos españoles quisieron que fueran los socialistas los que gobernaran este país por cuatro años. Por lo tanto, es el PSOE de Zapatero el que tiene la responsabilidad de designar entre los más capaces quién o quiénes han de dirigir el timón de la gobernabilidad de España en estos momentos, y es el socialismo español quien tiene que tomar la determinación de apartar a Zapatero de la Presidencia del Gobierno o de exigirle un cambio profundo en su Administración, pero esta vez haciéndole ver que los nombramientos no se deben hacer, como bien anuncia el editorial de El País de hace unos días, inspirados por criterios que nada tienen que ver con la competencia técnica ni con el talento político.

No se dirige un Gobierno como si fuese un partido político, donde hay que cubrir cuotas de poder entre las distintas familias y clanes que lo componen. Los partidos políticos son instrumentos de expresión y participación que responden mayormente a los intereses de sus afiliados, y entre sus cargos orgánicos cabe casi todo si así lo quiere su oligarquía dominante, pero en la acción de Gobierno de un país se impone la razón de Estado y sólo los más preparados y de más talento tienen cabida en los asuntos que interesan al bien general. Rodríguez Zapatero, una vez finalizada la Presidencia de la UE, ha de provocar una crisis y remodelar en profundidad su Gobierno. Confiamos y deseamos que esta vez acierte.