A pesar del transcurrir de los años, sigue encogiéndose mi corazón los días en los que se realizan las pruebas de acceso a la Universidad en nuestro campus. Todos los años, en unos días de junio una gran cantidad de jóvenes se juegan gran parte de su futuro cercano y posiblemente parte de lo que va a ser su vida. Uno puede ver en sus rostros una mezcla de ilusiones y cierta tensión. Esa tensión también se palpa en el que ha sido hasta ahora su profesorado y que ha estado preparándoles para estos días durante casi un año. Y en la mayoría de casos, aunque no estén allí, estoy seguro que la gran mayoría de sus padres los han dejado salir hacia las pruebas como si fueran al frente de guerra.

Estas pruebas han cambiado notablemente con respecto a años anteriores, en primer lugar han aparecido una serie de exámenes optativos de algunas materias cuya puntación varía en función de su parecido con la titulación a cursar. Parece razonable que no se puntúe lo mismo un examen de química para un aspirante a cursar Derecho o Ingeniería Química. Estos exámenes se suman a la nota del examen general con lo que puede ser un buen barómetro de la ambición del aspirante. Por otro lado y de forma negativa, añaden cierta tensión y pueden obligar al estudiante a realizar una compleja elección de exámenes optativos en función del horario de la prueba y de los estudios universitarios a los que aspira.

Otro aspecto, nada exento de polémica, ha sido el unir en un mismo cupo a los alumnos procedentes de Bachillerato y los de los ciclos formativos. Estos últimos cuentan con la ventaja de no tener que realizar pruebas de acceso y que sus notas de entrada hayan sido obtenidas de forma integra en sus institutos. A pesar de poder optar a un total de mayor nota, los alumnos de Bachillerato se sientan perjudicados y es muy posible que para acceder a determinados estudios sea más fácil hacerlo desde ciclos formativos.

Un último aspecto negativo ha sido la incidencia de la huelga de funcionarios que redujo de cuatro a tres días el período en el que se iban a realizar los exámenes.

El superar la prueba sólo es el principio, la reducción del Bachillerato a sólo dos años complica realmente la preparación del estudiante a lo que se va a encontrar en la Universidad, ya que un año se dedica, entiendo que lógicamente, en gran medida a esa preparación de las pruebas de acceso. Considero que sería beneficioso volver a los cuatro años que se tenían en el modelo docente anterior y que permitieran diferenciar a aquellos estudiantes que tienen idea de cursar estudios universitarios de aquellos que inicialmente desean sólo obtener el graduado escolar u otro tipo de estudios.

Mayores de 40 años. Por otro lado, sí que me gustaría destacar la buena iniciativa por parte del Ministerio de Educación de posibilitar cursar estudios universitarios relacionados con su experiencia profesional a mayores de 40 y 45 años sin estudios básicos. Coincidí con uno de los aspirantes en la cafetería y se me quedaron grabadas una de las cosas que me dijo "Con 15 años decidí no seguir estudiando y llevo más de 30 arrepintiéndome de ello". En mis años de docente he podido observar que gente a la que se califica de mayor obtiene buenos resultados por el interés que suele poner en el estudio a pesar de tener que compatibilizar trabajo, estudios y familia.

Aunque no sean estudios universitarios, sí que me sorprende tristemente cuando por parte de uno de los sindicatos se propone prescindir de la Universidad para mayores o Universidad permanente debido a la crisis. Con el paso del tiempo uno se puede dar cuenta también de la importante labor que ha hecho la Universidad en este aspecto ya que a permitido acercarse a la Universidad a gente que nunca estuvo en ella o que lo estuvo hace demasiado tiempo, gente que a veces tiene mucho más que enseñar que aprender.

Volviendo a nuestros protagonistas del artículo, una vez conocido el resultado de las pruebas tienen la siguiente decisión a tomar que es ordenar los estudios que desean cursar y las universidades donde pretenden cursarlos. Estas decisiones son muchas veces tomadas sin la necesaria reflexión y en ocasiones limitadas desgraciadamente por motivos económicos.

Durante este curso he visitado una veintena de institutos presentando lo que eran las nuevas pruebas de acceso y el nuevo modelo de Bolonia. Ante preguntas en este sentido siempre he contestado que el alumno no debe pensar qué debe estudiar, sino en qué le gustaría trabajar, y entonces debe elegir los estudios que le faciliten acceder al trabajo soñado, ya que la Universidad son cuatro o cinco años y el trabajo el resto de tu vida.

Pero en ocasiones para poder acceder a estos estudios los alumnos han debido obtener una buena nota en lo que muchos han considerado la prueba más importante de su vida.

Pero esto es como los partidos de fútbol y la prensa deportiva que nos permiten tener varios partidos del siglo cada año. En el fondo la vida del estudiante y después la del trabajador es un continuo realizar el examen más importante de tu vida, pero como Ulises en su viaje a Ítaca, no importa el puerto al que llegas sino la travesía que haces hasta llegar a él.