Volvió La Mandrágora. Eso sí, con otro nombre. Y sin avisar. Ahora se llama Mi reino por un caballo, y lo hace la misma gente, con el mismo tono e idénticas formas. Volvió el teatro a La 2, aunque los medios no se hiciesen eco de este regreso. La primera de las entregas se emitió la tarde del jueves. La segunda, ya veremos cuándo. No hay periodicidad fija.

Eso sí, el menú está formado por exquisiteces. Empezaron con Shakespeare. Cómo iban a hacerlo de otra forma titulándose como lo titulan. Realizaron una entrevista al director Declan Donnellan, y otra a John Malkovich. Ambas se emitieron en lengua inglesa, dejando que se escuchase la voz de sus protagonistas, y sobreimpresionando la traducción en castellano. Algo impensable fuera de los territorios de La 2.

Mi reino por un caballo viajó hasta Barcelona, para presentar lo más interesante de la nueva edición del Festival Radicals en el Teatro Lliure. Y concluyó en el Teatro Valle-Inclán, donde Francisco Nieva ha triunfado, medio siglo después de escribirla, con Tórtolas, crepúsculoÉ y telón.

Parece un espejismo, pero la información teatral ha vuelto a la televisión. La mandrágora ha vuelto como se fue. Sin hacer ruido. Con sosiego. Entre la indiferencia absoluta de los medios y sin que se enterasen siquiera los profesionales involucrados con las artes escénicas. Suele ocurrir. Es el sino de los tiempos. Pero desde luego que esta vuelta es una muy buena noticia. No está de más recordar que la última Mandrágora se emitió en navidades y que hemos estado seis meses sin ella. Pero todo sigue en su sitio.

Las citas de Arantxa Vela Buendía, que ahora se encarga de la dirección y de la realización. Las piezas de culto. Esas voces en off. Menos mal. Porque nos temimos lo peor.