Cuando empezó la gran estafa la culpa no era de los codiciosos -en el liberalismo ese defecto es virtud- sino de los reguladores que no habían sabido estar atentos. No es que hubiera poca regulación de los Estados sobre los mercados, no hace falta más, sino que falló y hace falta que sea más eficaz. Algunas agencias de calificación dieron por sanas inversiones tóxicas pero es porque son privadas y así ganaban más, como les corresponde. La culpa del robo la tiene la policía, tanto la policía honrada como la corrupta, la primera por lo primero y la segunda por lo segundo. Que se aclaren de qué lado están. La seguridad privada no porque es más privada que segura.

En la misma lógica el problema laboral español no son los cuatro millones de parados, ni el 1.200.000 de ellos que no ven un euro ni un curroÉ El problema son los sindicatos, cándidos, toxos, incapaces de firmar un acuerdo que beneficie al empleo y perjudique a los trabajadores, que es lo mismo desde que las cosas son su contrario. Para crear empleo hace falta crear despido como para que prospere una sociedad hace falta que los ricos no paguen impuestos. Hace año y pico, Zapatero, Brown, Merkel y Sarkozy iban a refundar el capitalismo y ahora están derribando el Estado del Bienestar. Para que nazcan más multimillonarios hay que matar a los actuales, ¡uy!, no, estas cosas no se dicen o no las dicen los que saben. Será la excepción. En la mesa de negociación, en representación de los empresarios, creadores de riqueza, se sentó el que había arruinado la marca de turismo más antigua de España y cuando se levantó la había vendido a otro que se ha hecho rico comprando deudas (dinero negativo) porque, como nos enseñaron los caramelos Chimos, el agujero también vale ("Chimos es, es un agujero/ rodeado de buen caramelo"). Las cosas son su contrario y los datos lo demuestran: la asesina pandemia de la gripe A redujo la mortalidad en Asturias, donde vivo.