No hay peor desgracia ante una desgracia que no poder culpar a nadie. De la crisis económica mundial le echamos la culpa a la avaricia capitalista, del acoso de los mercados sobre España a los especuladores, del atroz rumbo de la nave política a las improvisaciones del Gobierno, de los recortes varios, incluida la reforma laboral, a la sumisión a los dictados de la UE, y, en fin, de todo ello, en junto, al nefando ZP. Pero de la desgracia enorme del miércoles, del hundimiento de la Roja, ¿a quién se le puede echar la culpa? No a Del Bosque, ni a los jugadores, que hasta la llegada del gol de los helvéticos eran para todos una tropa heroica, invicta e invencible. Tampoco al árbitro, ni al estadio, ni al clima ni al juego del otro. Este sufrir sin un culpable a mano es una desdicha superior a la desgracia en sí. Sólo nos queda Manolo el del Bombo, por no pegarle fuerte. O ZP, coño, ¿por qué no?