Pese a no resultar nada fácil sustraerse al clima de inseguridad económica, laboral y de liderazgo político que estamos padeciendo merced al errático y diletante proceder del Gobierno y su presidente, que ahora culpa al PP de la subida de la luz, los impuestos, la situación económica y la crisis, aunque gobierne hace más de seis años -es increíbleÉ tantos años- y decir hace seis meses que íbamos a superar a Francia (cuando las cosas iban bien era mérito exclusivo suyo). Aunque cada día cueste más encajar el mazazo de vernos en cuarentena, vigilados y en la UVI europea gracias a que Zapatero y sus palmeros se dedicaban a la demagogia política en vez de atacar la crisis desde el principio. No obstante soportar con heroica resignación la insolidaridad de una clase política aupada en la endogamia de familiares, amigos, cargos y prebendas; en la autocomplacencia del enchufismo y la vanidad -no en la dedicación, los méritos y la valía- como vehículo para el éxito; en el despilfarro y la ostentación a costa de un pueblo huérfano y unas arcas públicas agónicas; y, finalmente, viéndola desfilar tantas veces por los juzgados para responder de graves acusaciones por corrupción; pese a todo ello, también nos atenazan otras e importantes asignaturas sin aprobar.

Casualmente esta semana, cuando el empobrecido españolito ve perder a su selección de fútbol, el Gobierno anuncia con la boca pequeña, a remolque de lo que está sucediendo en Cataluña, la regulación del uso del burka, el niqab y otras prendas carcelarias que ocultan el rostro y la dignidad de la mujer. Una intolerable discriminación que se predica en nombre de la libertad de la mujer, de sus convicciones religiosas y del respeto a sus tradiciones; en nombre de la sagrada multiculturalidad y de algunas ONG a las que sólo les preocupa que se respeten las costumbres islámicas porque es progre y moderno, aunque nos trasladen a la edad media. ¡Y dos huevos duros!, que diría Marx. Sólo pensar que en algunos países islámicos se detiene y castiga a las mujeres por no llevar esas prendas es suficiente para rechazar lo que simbolizan: sumisión, injusticia y discriminación.

Ya no es el oportunismo político, demagógico y xenófobo del PP, como intenta vendernos una gauche divine y un feminismo de salón que nunca se manifiestan contundentemente contra la discriminación de las mujeres musulmanas en sus países de origen, que jamás (no confundir con hamás) protestaron contra unas prendas que sólo se les imponen a ellas, no a los hombres; no, no es cosa de la derecha, también otros partidos políticos quieren prohibir la infamia. ¿En qué quedamos?

Pero no debería extrañarse ninguna de ustedes dos. En la Semana Intercultural de Feminismos sin Fronteras (todo es sin fronteras) que se celebró en Granada en octubre de 2007, la directora del encuentro, Margarita Birriel, defendía el uso del velo en los colegios (donde estudian menores de edad) con el progresista argumento de "É hay que respetar la manera en que las mujeres musulmanas se sienten mejor, ya sea por pudor o porque les mueve su fe religiosa". ¡Y dos huevos duros!, esta vez sin fronteras. Pero, ¿la religión no es el opio del pueblo? ¿Qué habría dicho el feminismo si la frase -sobre todo lo del pudor- la hubiera pronunciado alguien que no fuera "una de las nuestras"? ¿Cómo hablar de pudor y religión cuando las menores pueden abortar sin comunicárselo a sus padres? ¿Por qué defendemos una fe religiosa para respetar el uso de prendas discriminatorias contra la mujer pero atacamos otra fe religiosa cuando cuestiona aspectos de la Ley del Aborto? ¿Qué religión debe respetarse? ¿Cómo es posible hablar en el siglo XXI de pudor (cuyos sinónimos son: recato, decoro, decencia, castidad, vergüenza, modestia) referido sólo a las mujeres? ¿No tienen pudor los hombres? ¿Es el pudor una virtud sólo predicable a las mujeres, que sólo deben cultivar ellas? ¿Y si por pudor y para que se sientan mejor respetáramos que no fueran en autobús porque hay hombres, sobre todo machistas? ¿Y si por pudor y para que se sientan mejor respetáramos que no fueran a la playa o se bañaran vestidas contra lascivas y machistas miradas? ¿Y si por pudor y para que se sientan mejor respetáramos que se quedaran en casa evitando malentendidos con los hombres? ¿Y si por pudorÉ no sigo con más ejemplos?

El mayor respeto es al ser humano, en este caso la mujer. Es el respeto a su dignidad, a su libertad, a su igualdad absoluta con el hombre. Es el respeto a su cuerpo sin avergonzarse de ser mujer o de su sexualidad. Es el respeto a su independencia, a su derecho a mirar de frente a los demás, de cara, sin humillarse, sin tener que agachar la cabeza ni ocultarla en liberadoras prendas de oscuridad y sumisión, en celdillas de un burka de intolerancia y discriminación que pretenden imponerle por su bien, por sus convicciones religiosas, por su respeto a la tradición, para que se sientan mejor y por su pudor. Ellas están a tiempo, todos estamos a tiempo de romper esas infames cadenas de tela.