Hay enemigos pequeños, pero te pueden ganar. Suiza ha derrotado a España a la suiza. El fútbol es una disciplina étnica, y los helvéticos se aplicaron a un estilo bovino. Rumiaron sobre el césped sus escasas posesiones de balón, nunca se entrometieron en las filigranas de los carnívoros españoles, los homenajearon como a campeones. Vencieron porque el futuro es vegetariano. Mourinho vuelve a desconcertar a Guardiola. Venía de contemplar un apasionante Chile-Honduras, sin saber quién era quién y sin tomarme la molestia de averiguarlo. De hecho, me enteré después de que los había confundido. Tras el hundimiento de la escuadra Invencible en el cabo de Buena Esperanza, tendremos que escrutar a chilenos y hondureños como si fueran brasileños, evaluando al milímetro cada resultado. De la soberbia a la avaricia. España demostró ayer que el modelo del Barça es difícil de aplicar sin Messi. La situación se agrava cuando exhibes la puntería del malo en las películas de vaqueros. La ausencia de goles propios es peor que la derrota en sí. La maldición española en competiciones de alta gama se sustanciaba en un complejo de inferioridad. Ayer se abatió sobre un colectivo demasiado seguro de sí mismo, con los ejemplos paradigmáticos de Piqué y Sergio Ramos -equilibrando exquisitamente la culpa de barcelonistas y madridistas-. Si alguien sangra, España pierde. Perdona, Angela Merkel, porque te hemos vuelto a fallar. Abofeteados por los mercaderes y los marcadores, España y Grecia han demostrado en el Mundial que se empieza con una tontería como el hundimiento económico, y se acaba derrotado frente a Suiza o Corea -no importa cuál, porque para nosotros los aficionados sólo hay una Corea del Este-. La selección española ha vuelto a ser un grupo de señores bajitos, temblorosos y sulfurados. ¿En qué se parecen los catorce equipos que pueden ganar el Mundial según las casas de apuestas? En que sólo uno de ellos ha perdido en el asalto inicial, y no detallaremos su identidad. Suiza ha puesto a España en su sitio, un sótano frío y húmedo que reencuentra al país con sus fantasmas. Mañana saldrá el sol, pero sólo podemos arrepentirnos de haber depositado tanta confianza en el equipo que no supo marcarle un gol a Suiza.