Perelman lleva camino de convertirse en más famoso que Poincaré. El matemático francés, uno de los grandes entre los grandes de todos los tiempos, planteó en 1904 una conjetura que el matemático ruso demostró -luego convirtió en teorema- en 2002.

El caso es que Grigori Perelman desde entonces se ha negado a recibir homenajes y los más importantes galardones que se conceden en el universo de los números y eso vende más que la ciencia entre otras cosas porque la conjetura es muy difícil de entender -su resolución es sencillamente imposible- pero las excentricidades -y no la hay mayor que rechazar premios millonarios- entran por lo ojos. Que se lo pregunten a Einstein. Nadie se aclaraba con las relaciones que había establecido entre la gravedad y la luz pero su foto sacando la lengua como un niño, despeinado como un loco y vestido como un pordiosero lo convirtió en el mayor genio del siglo y en uno de los tres o o cuatro iconos capitales del final del milenio junto a Marilyn, el Che y Chaplin.

El pasado martes Perelman volvió a armarla. Esta vez en París. Estaba convocado para recibir un millón de dólares como premio por resolver la conjetura de Poincaré. El pasado mes de marzo, el Instituto de Matemáticas Clay de Cambridge, con sede en el Estado de Massachusetts, EE UU, decidió distinguirle por resolver uno de los siete problemas del milenio.

La relación se había establecido en el año 2000 por la propia Fundación Clay. Se trataba de recordar, homenajear y enlazar con la legendaria lista de 23 problemas que enunció David Hilbert en el año 1900.

Pero el genio no apareció. Problema matemático resuelto e incógnita humana abierta porque realmente no se sabe qué le ocurre al sabio ruso.

Ya en el año 2006 pasó olímpicamente de la medalla Fields, considerada como el premio Nobel de las Matemáticas así que no vino a Madrid a recogerla con motivo del Congreso Mundial de Matemáticas que se celebraba en España.

Vive en San Petersburgo, la capital imperial rusa, en un apartamento a las afueras de la ciudad, con su madre, sin trabajar, sin ingresos salvo los propios de alguna clase particular que da por el vecindario, sin mantener correspondencia científica con nadie... un genio, un verdadero genio, aunque nadie entienda su resolución de la conjetura de Poincaré porque para tal fin utilizó las líneas más avanzadas en topología y en teoría de números y se considera que no hay nadie en el mundo que esté verdaderamente a la última en esas dos ramas de las matemáticas.

Podría decirse, en cierto modo, que la conjetura está resuelta y convertida en teorema aunque nadie esté aún a la altura, salvo el propio Perelman, para certificarlo si bien y como es obvio los correspodientes comités la hayan estudiado a fondo y certificado de manera que se puede considerar ya como una verdad científica si tal término puede aún usarse.

¿En qué consiste la conjetura ya convertida en teorema? Poincaré estableció que la esfera tridimensional en un espacio de cuatro dimensiones es la única superficie cerrada, vamos que no tiene agujeros.

Para más dimensiones esa hipótesis se pudo demostrar fácilmente pero, como si se tratase de una maldición, no para cuatro. No se trataba de una cuestión trivial porque solo un año después Einstein estableció que había cuatro dimensiones reales: tres espaciales y el tiempo. Lo que parecía un mero juego matemático de altura enlazaba directísimamente con la realidad que gracias al genio que vestía como un pordiosero, se peinaba como un loco y sacaba la lengua tal que un niño era, además, pura revolución en ascuas.

Perelman demostró la conjetura y el 11 de noviembre de 2002 colgó en la red su explicación. Al año siguiente, en el Massachusetts Institute of Technology -uno de los tres o cuatro principales templos del saber planetario- ofreció una conferencia dando los correspondientes detalles. Estaban todos los grandes como John Nash, popularizado por la película Una mente maravillosa y Andrews Wiles, que demostró el mítico teorema de Fermat.

Unos números, unas palabras y un atronador mutis por el foro mundial ¿Por qué? Hace poco más de dos meses el propio Perelman lo explicó: "no quiero estar en exposición como un animal en el zoológico. No soy un héroe de las matemáticas. Ni siquiera soy tan exitoso, por eso no quiero que todo el mundo me esté mirando". Una mezcla explosiva de desprendimiento, humildad, inteligencia y libertad. Un verdadero genio.