Leo con estupor que Orihuela ha ganado la "Escoba de Plata" al tiempo que recuerdo las fotos que esta misma semana han mostrado los vecinos de "Entre Naranjos"; recuerdo también las fotos de los microvertederos en San Bartolomé justo al lado de los contenedores de basura y las de otras muchas pedanías; recuerdo las denuncias sobre la falta de puntos limpios, por ejemplo en Montepinar, o las instantáneas que he tomado durante estos últimos meses en mi propia calle y en la Glorieta, en el corazón de Orihuela, y que luego no he mostrado a los medios sencillamente porque la suciedad es la norma en Orihuela y que nuestra ciudad esté sucia no es noticia.

Puestos a hacer memoria recuerdo también las denuncias que desde el PSOE hemos hecho este mismo año respecto a asuntos tan serios como el incumplimiento de la concesionaria en el sistema de reciclaje al mezclar en un solo camión varios tipos de residuos; la falta de contenedores soterrados -sólo 16 de los 200 prometidos; el pago por partida doble por la recogida del vidrio; el pago por duplicado y a través de facturas extrajudiciales por servicios tales como limpiar una mancha de aceite en la calzada o retirar animales muertos de la vía pública, esto es, servicios que ya están incluidos en el pliego de condiciones pero por los que la empresa de Fenoll cobra dos veces; la ilegalidad que supone mantener abierto el vertedero de Abanilla que afecta a La Murada y que desde el 2007 tiene orden de cierre; la intención de Ripoll de enviar más basura a Torremendo.

Y sin demasiado esfuerzo, porque hay cosas que aunque quisiera no podría olvidar, recuerdo el esperpento que acompañó a todo el proceso de adjudicación de las basuras: Las cintas grabadas que aparecieron como por ensalmo en el momento oportuno, la declaración de concurso desierto, la nueva adjudicación gracias a un informa ad hoc del anterior Secretario del Ayuntamiento elaborado in extremisÉ.

Y al final, como estaba escrito, las basuras para Fenoll y para Orihuela, la "Escoba de Plata". Que la señora Lorente tuviera el cuajo de comparecer antes los medios para felicitarse por el galardón obtenido -ya averiguaremos cómo y quiénes han hecho los informes y, muy especialmente, cuánto nos han costado- sólo puede indicar que ha acabado por creerse su política de pasarela, esa que, superponiéndose a los hechos, se desarrolla en el terreno de la virtualidad y la propaganda.

Lorente está tan alejada de la realidad que no la alcanzan sus pringosas aceras, sus mugrientas losetas, los contenedores desbordados, las pilas en el suelo (frente a un colegio) o los excrementos por doquier. Pero esta vez, esta estratagema de la apariencia resulta escandalosa porque somos muchos los que padecemos a diario la inmundicia.