Respecto a Bancaja, también el Banco de España piensa en una posible fusión con Unicaja e Ibercaja, aunque lo que realmente preferiría sería un matrimonio con Caja Madrid (...). Produciría una entidad capaz de codearse con La Caixa, lo que políticamente está muy bien visto en Madrid".

("El mantra", INFORMACIÓN, página 2, domingo 5 de abril de 2009)

Les pido disculpas por comenzar este artículo con una autocita, pero su único objetivo es el de señalar que lo que ha ocurrido con la CAM y con Bancaja, con los instrumentos financieros de esta Comunidad, no ha sido algo improvisado ni imprevisible, sino una operación gestada desde hace más de un año, diseñada desde el Gobierno, la cúpula del PP y el Banco de España, y ante la que ni los políticos ni los empresarios de esta Comunidad, que ahora hacen buena la frase apócrifa atribuida a Boabdil, han sabido reaccionar, enzarzados como estaban con El Bigotes y su alegre muchachada. La Comunidad Valenciana contaba al inicio de ese proceso con dos cajas muy tocadas por el crac del ladrillo, pero que eran la tercera y la cuarta del país. Ahora, ninguna de ellas tiene capacidad de decisión por sí misma. El sistema financiero español probablemente ha salido ganando. Pero la Comunidad es la gran derrotada de esta partida de ajedrez.

Ejemplos equivocados.Se están poniendo en estas últimas horas muchos ejemplos: que si el País Vasco, que si Andalucía, que si Galicia... Ninguno vale. Euskadi, más allá de tener una de las cajas más capitalizadas, es un problema de Estado en sí misma. Los andaluces tenían muchas entidades dispersas que justificaban acometer en primer lugar una reordenación interna que, aun y con eso, está saliendo como el rosario de la Aurora. Y en el caso gallego, un presidente fuerte y recién elegido ha impuesto una fusión intrarregional de elevados costes y complicado futuro pero, sobre todo, basada en la generosidad de la más grande: A Coruña ha transigido con que la sede de negocio de la entidad nacida del matrimonio entre Caixa Galicia y Caixa Nova esté en Vigo, así como la dirección general.

Una acción como ésta última, que trasladada a la Comunidad Valenciana hubiera supuesto un empuje de primer orden a la vertebración, no fue posible ni hace veinte años, con el socialista Joan Lerma, ni hace diez con el popular Eduardo Zaplana, dos momentos en los que la fusión entre Bancaja y la CAM no tenía los impedimentos de crisis galopante, duplicidad de riesgos y costes sociales que ahora la hacían inviable. ¿Por qué? Volvamos a desmentir el tópico de que porque Alicante rechazaba la fusión: lo que Alicante siempre rechazó fue una absorción; lo que defendió fue que la entidad resultante tuviera su sede en esta provincia para reequilibrar un mapa en el que ya existía un centro político -Valencia-, que no parecía lógico que aspirara también a ser el único centro financiero en una autonomía cuya capital es la tercera provincia de España, pero que alberga en su territorio a la que es la cuarta.

Falta de visión. No hubo en aquellos momentos esa largueza de miras que hubiera sido necesaria ni entre los políticos ni entre el empresariado más recalcitrante del Cap i Casal, ése que todavía sigue, tantos años después, mirando la paja ajena sin querer sacarse la viga de encima, como acaba de poner en lamentable evidencia Arturo Virosque con sus descalificaciones de hace unos días contra la CAM y Alicante.

Si dos líderes tan consolidados como Lerma y Zaplana no pudieron con la empresa de casar a Bancaja y la CAM, sino que lo único que consiguieron fue que ambas se lanzaran a competir en un mismo espacio, ¿qué le cabía hacer ahora a un dirigente tan capitidisminuido y débil como Camps? Le cabía gobernar. Le cabía moverse en tiempo y forma para facilitar que la tercera y la cuarta cajas de España, por muy frágiles que circunstancialmente fueran, se movieran adecuadamente y con los apoyos suficientes para poner en marcha, cada una por separado, operaciones que garantizaran su pervivencia y su estabilidad, manteniendo ambas los respectivos liderazgos en los conglomerados que lograran formar. No ha sido así. Las cajas han tenido que bailar en el tablero a su suerte, con la Generalitat, como mucho, ejerciendo de comparsa y sin poder contar siquiera con un conseller de Economía, que una vez más ha vuelto a desaparecer del mapa en el momento crucial. Pero no sólo de lo que ha pasado es culpable el Consell que preside Camps. El mismo discurso que ha hecho durante meses el presidente, el de que las cajas debían decidir como les diera la gana lo que quisieran hacer, el mismo, digo, ha hecho el principal partido de la oposición, el PSPV; e idéntico argumentario, o parecido, ha sido el del empresariado, que ni siquiera en una hora como ésta, en la que tan mal lo está pasando, ha tenido redaños para coger el toro por los cuernos. Los valencianos no han salido de la retórica fatua: la de clamar por una fusión Bancaja-CAM que era, contabilidad en mano, imposible; y los alicantinos, también como siempre, han dejado hacer, levantándose de hombros, confirmando que el menfotismo no es un invento gracioso, sino una forma de ser y estar.

Somos lo que somos. Lo de los políticos clama al cielo: siendo la CAM y Bancaja dos de las entidades más politizadas, cuantitativa y cualitativamente, del país, resulta que cuando de verdad tienen que hacer política, pero con mayúsculas, se quitan de enmedio. Pero lo del empresariado es para nota, porque no deben existir muchos precedentes de casos como éste, en que los más afectados por las decisiones que fueran a tomarse no han querido saber nada de ellas hasta que ya era tarde. En realidad, si algo de positivo tiene todo lo ocurrido es que nos ha puesto frente al espejo. Así somos y así nos va.

La Comunidad Valenciana ha pasado, en un mes, de disponer de dos puntales básicos para su economía, a formar parte de dos grandes grupos nacionales, nada menos que el primero (el SIP Caja Madrid/Bancaja) y el tercero (el de la CAM con Cajastur y otras)... en ninguno de los cuales tiene el mando. Bueno, en realidad, para eso estamos: para ofrendar nuevas glorias a España. ¿No es eso lo que dice el himno? Pues venga, sigamos cantando.