Sólo los muy ignorantes pueden dudar de África. Porque África es pasión, alegría, genio y anarquía por igual. Como el fútbol. Y África rebosa fútbol por los cuatro costados. Cada descampado de Lagos, Dakar, Accra o Lomé es una excusa para que los niños echen un balón a correr. Pueden no tener porterías, botas de marcas deslumbrantes, balones oficiales. Puede que coman apenas un par de veces al día el mismo plato de arroz con banana frita. Pero África tiene ilusión por la vida. Y no hay un africano que no viva por y para el fútbol.

He hablado alguna vez de mis dos años en Lagos. Allí viví el mundial de Francia. Muchos nigerianos no tienen televisor. La mayoría no tienen siquiera electricidad. A la hora de los partidos del Mundial, de cualquier partido, la gente sale de lugares que el extranjero nunca llega a descubrir y se arremolina en los callejones en torno al pequeño burgués del puestecito de huevos, coca-colas o comidas rápidas que se trae al tajo su pequeño receptor y lo enchufa a un diminuto generador japonés. Cada jugada de peligro es un grito, cada caño una celebración, cada gol la apoteosis. Allí todos entienden, desde el chófer del big man, pasando por el diplomático que vuelve a casa y prefiere ver el fútbol en la calle, de pie y sudando, pero rodeado de doctores en la materia, hasta el huerfanito que camina por las calles inundadas por la lluvia con los únicos zapatos que tiene colgándole del cuello para que no se mojen.

Por eso África merecía un Mundial. Ver las caras de orgullo y felicidad de los sudafricanos, los aspavientos alborozados de Desmond Tutu, debería disipar cualquier temor ¿Inseguridad? He caminado por las calles de África y nunca me sentí tan acosado como al norte de la calle 115 de Manhattan o en algunas calles del Raval de Barcelona. El único hotel en el que he sido desvalijado en mi vida era un cinco estrellas en la muy exclusiva isla de Aruba. No hay gran emoción sin riesgo. Ni progreso sin explorar nuevas vías. Dicen que nadie puede resistirse al magnetismo del continente negro. Y es cierto. Ojalá todo les salga bien.