Lo de la reforma de la biblioteca provincial del Paseíto de Ramiro me recuerda a la jubilación de Concha Velasco. Sí. Ambas cuestiones son pura entelequia. La biblioteca provincial, situada en un enclave inmejorable, con vistas, y qué vistas, a la playa del Postiguet, permanece anclada en su pasado setentero. Y mientras otras capitales de provincia y ciudades de tamaño medio fueron abriendo sucursales dentro o fuera de las casas de Cultura, adaptando sus necesidades al día a día, en la de Alicante se detuvo el tiempo.

Ya advirtió Calderón aquello de que casa con dos puertas mala es de guardar. Y no hay que olvidar que la biblioteca provincial depende de Valencia y del gobierno autonómico aunque esté tan cerca, a un tiro de piedra, del consistorio alicantino. Y ya se sabe, el uno por el otro la casa sin barrer. La casa huele a naftalina. La casa es rancia como ella sola. La casa no está a la altura de las circunstancias. La casa no abre los sábados. La casa cierra a mediodía en cuanto huele a calor y a vacaciones varias. La casa tiene unos aseos y lo que no son los aseos de cuando Franco.

Así, por mucho que doña Concha Velasco anuncie una y otra vez que se nos jubila, puedo asegurar que llegará el día en que veremos descendiendo las escaleras del número musical más brillante de Sunset Boulevard, y ese día la biblioteca del Paseíto Ramiro continuará en proyecto. Como quien no se consuela es porque no quiere, mientras tanto, siempre nos quedarán las excelsas bibliotecas de nuestras universidades.