He escrito aposta así el título para resaltar que, a la crisis social y a la crisis económica que nos agobian y que son síntomas del cambio hacia una nueva era en la que estamos inmersos, hay que añadir también una grave crisis del idioma español, cada vez más utilizado en el mundo, pero también cada vez peor hablado y, sobre todo, más incorrectamente escrito. Una crisis que se aprecia claramente en cualquiera de los mensajes que se envían a la televisión o navegando por los foros de internet, en los que se pueden encontrar diálogos como el que literalmente transcribo: "Mi amigo no esta rejistrado ahún en el foro pero abra que hacer halgo como tu bien as dicho hes un gran maestro y como persona no te puedes imajinar como el quedan pocos amigos un saludo". "Gracias por tus palabras heso anima ha seguir trabajando por esto que tanto nos gusta estas invitado ha visitarnos personal mente este año". Repito que lo anterior es una copia literal de un diálogo en un foro de internet, pero que en nada difiere de las barbaridades que se pueden leer en los mensajes que los televidentes envían por teléfono a los programas en los que se les invita a hacerlo, previo pago, desde luego, de la correspondiente llamada, de los que refiero un breve muestrario: agradesco, tubimos, berdad, handaron, ber, pajina, esplico, bisite, hesa imajinación creatiba, amavilidad, malluscula, beho, heres, canpeon, mallores, ijiene, embiar, reportages, enorabuena, costruciones, desonrroso. Y me temo que estos extremos de degradación lingüística son ya irreversibles para bastantes, como resultado de unas leyes educativas nefastas, de la permisividad añadida respecto a las reglas ortográficas, del ejemplo que incluso dan hasta altas personalidades del Estado, del léxico derivado de los mensajes de móvil y de la confusión que, en algunas autonomías, produce estudiar otras lenguas cooficiales sin tener una buena base de lengua castellana, lengua española oficial del Estado que, como dice el artículo 3 de nuestra Constitución, todos los españoles tenemos el deber de conocer y el derecho a usar.

Ante ello, habrá que preguntarse si no estamos asistiendo a la aparición de un nuevo lenguaje en el que cada uno escribirá según le venga en gana, sin ningún sometimiento a cualquier norma ortográfica y sintáctica, que, al fin y al cabo, menoscabarían la intocable libertad de expresión de quien escribe. Un lenguaje en el que lo elemental sería que te entendiesen mínimamente, sin importar para nada la forma en la que se escribe. Algo, por ejemplo, así: "ke sentienda lo ke s diga sin kimporte como s dize".

Y puesto que el idioma es algo vitalmente dinámico y en evolución, el que futuras generaciones -las que seguramente protagonizarán la nueva etapa histórica que todas estas crisis están gestando- utilicen otra manera de escribir, por mucho que ahora nos escandalice, será la demostración de que la Historia sigue su camino.