Mi pasión por la "enebeá" se disparó en los ochenta con las finales entre los Lakers de Magic y los Pistons de IsiahThomas. No había visto nada igual. Era dinamita pura. Recuerdo que en el 88 la serie volvió a Los Ángeles con ventaja de 2-3 para Detroit. El base y líder de los Pistons estaba haciendo un partido memorable y, cuando aún restaban dieciséis minutos, se produjo un esguince que le dolió a media humanidad si exceptuamos a los acérrimos del conjunto que comandaba Pat Riley. Cojo fue capaz de conseguir 25 puntos en el tercer cuarto para un total de 43. A falta de sesenta segundos para el final los Pistons ganaban de tres y, por la dinámica que llevaba aquello, se veían con el título en el bolsillo. No volvieron a acertar y perdieron 103-102. Thomas aparecía reventado por todos lados porque, además, Worthy le arañó la cara y le metió el dedo en un ojo. Para que la mayoría de ustedes se sitúe, los Goyo Benito, Griffa, Eladio, Pablo Alfaro eran unos timoratos al lado de los Bill Laimbeer, Rodman... que formaban la tropa procedente del estado de Michigan. Hoy en día al que temen los rivales en el Staples Center de Los Ángeles es a Jack Nicholson, que en la madrugada de ayer no pudo evitar que su equipo sucumbiera ante los Celtics. Pero hizo todo lo que estuvo a su alcance para evitarlo. Como muchos sabrán, tiene silla a pie de pista. Pero no se sienta al lado de los suyos, que sería lo lógico. Sino que el entrenador rival se ve forzado a dar las órdenes en su presencia. Tras el primer partido, que sí que ganó Lakers, Perkins, uno de los veteranos de Bostons, aseguró que el actor les había dedicado palabras malsonantes y les había hecho ver que Gasol sería una pesadilla. El segundo partido terminó con una escena que uno no había visto nunca. Con Doc Rivers, el entrenador visitante, adentrándose hasta el centro de la cancha con el balón en juego para pedir tiempo muerto, en un gesto dedicado seguramente a su famoso vecino de localidad. Pero, cuidado, que Jack no ha debido decir su última palabra.