Durante los años 40-60, triunfó entre los jóvenes españoles una historieta semanal, el TBO. Muy celebrada era una sección humorística, la del profesor Franz de Copenhague, donde se describían inventos complejosÉ de finalidad intrascendente. Y esa es la sensación que le entra a uno cuando oye los últimos mantras de políticos, economistas y sindicalistas para sacarnos de la crisis.

El dominante ahora es el de la reforma laboral (esa que decretará Zapatero, porque le obligan desde Berlín). El problema es que todo el mundo sabe que no se crea empleo por decreto. Y, en España, aún menos: si el tejido productivo se basa en construcción (parada, por bastantes años), turismo (gripado, por crisis y erupciones volcánicas) y venta de coches (veremos qué pasa a partir de julio, cuando acaben las ayudas), la cosa se pone difícil.

La otra letanía es que saldremos de la crisis si exportamos. Pero, vender ¿qué y a quién? Porque, ¿tenemos la base industrial alemana o japonesa, con una gama productiva de alto valor añadido? ¿O podemos competir vía ajuste de costes, con países como la República Checa o Marruecos, cuyos trabajadores industriales o turísticos cobran mucho menos que sus homólogos españoles?

Aunque se comprendan los esfuerzos para no aumentar el pesimismo con globos sonda, debería empezar a concienciarse a la gente de lo que se avecina, ante medidas como la anunciada por el gobierno catalán: el aplazamiento, hasta 30 días, del pago a hospitales concertados, por "tensiones temporales de tesorería" Según los responsables del consorcio sanitario en Cataluña, esas tensiones "no son coyunturales", por lo que deberíamos preguntarnos si "es posible mantener un Estado del bienestar como el consolidado durante estos años". La señora Merkel piensa que no.