La publicación por este periódico de la noticia del brutal ataque de dos perros de raza rottweiler a una niña de 6 años, en el barrio alicantino de Rabasa, ha abierto la puerta a un interesante debate en la página web de este mismo medio entre detractores y defensores de este tipo de canes cuando se usan como animales de compañía; y entre los que abiertamente y dadas las características de algunas razas señalan que se deberían directamente prohibir o los que apuntan a que son los dueños, que no les prestan una atención adecuada, los culpables del comportamiento y de la agresividad o no de estos perros. Todos, desde mi punto de vista, tienen algo de razón pero no tienen toda la razón. Es cierto que determinadas razas de perros son de por sí peligrosas por su agresividad o por sus características físicas -poderoso cuerpo y mandíbula sembrada de impresionantes dientes- y también lo es que un dueño experto, con los conocimientos necesarios es capaz de educar a estos animales y de tomar las medidas de seguridad precisas -correa y bozal- para cuando el perro no está encerrado. Pero lamentablemente ese mundo ideal no existe porque por una persona que actúa de forma responsable nos encontramos todos los días en nuestras calles a cientos que incluso teniendo todos los permisos y habiendo pasado todos los test se comportan de manera temeraria y sin el más mínimo respeto hacia la seguridad de sus vecinos. Así que lamentablemente y siendo consciente de que pagan justos por pecadores -unos pocos justos y muchos pecadores- ha llegado el momento de que nuestras autoridades tomen drásticas medidas para evitar que se repitan sucesos como el acontecido esta semana en Alicante y de que se prohiban determinadas razas de perro como animales de compañía.