Dicen que lo fácil es llegar, y lo difícil mantenerse. Xavier Deltell llegó, vio y venció. Sólo o con la buena compañía de gentes como Xavier Sardá y Carlos Latre. Con motivo de la gala del Festival de Cine de Alicante volví a encontrarlo sobre un escenario. Demostrando que está en plena forma. Interactuando, que es lo suyo. Metiéndose con todos. Bordando el humor de quien las mata callando.

La noche que actuó Deltell se homenajeaba a Antonio Ozores, otro de los grandes. Y es que en esa estela va el humorista leridano. Eterno niño travieso que va por las calles interpelando a gente, lanzando preguntas imposibles, Xavier Deltell es una de las mayores aportaciones a nuestro corpus humorístico. Más negro de lo que podemos imaginar, más contundente en sus apreciaciones, pero sin caer, nunca, en lo soez ni en lo escatológico, podríamos decir que el de Deltell es un registro que Juan y Medio, por amable, jamás osaría emplear, mientras que a Leo Bassi le podría resultar algo blando.

Afortunadamente, Xavier Deltell ha encontrado su hueco. Ese que no puede cubrir nadie por él. Un estilo personal, diferente al de tantas decenas de reporteros estirpe Caiga quien caiga, tan habituales en cualquier tipo de rueda de prensa desde los últimos diez años a esta parte.

Lo mejor que puedo decir de él es que me provoca mucha risa. Y eso que no soy nada dado a ella. Pero es verle, y ya está. Matemático. Debe ser fruto de eso que llamamos genialidad, y que tan pocos poseen.