Desde que se produjo el movimiento "in extremis" de la Cam, que ha conducido a la alianza santificada por el Banco de España, se han recrudecido desde Valencia los análisis sobre la "oportunidad perdida". En las disecciones hay elementos comunes. Que desde aquí se ha hecho lo posible para frustrar la pretensión a base de fomentar la duplicidad de la red de oficinas, la apuesta por un sistema informático incompatible... y ha salido Gisbert como el malvado

que puso en marcha la pérfida estrategia. Algo haría porque le pusieron la proa Zaplana&Ripoll que, cuando residían en el Palau, apostaban curiosamente por lo contrario que hoy. Bien, pues incluso en esos puntos de vista sale de relieve que el cap i casal también ha puesto lo suyo en el imposible "love story". Para Jordi Palafox, ex vocal del consejo de Bancaja, "la soberbia de quienes, acostumbrados a hacer y deshacer a su antojo en la Administración capitalina, no han entendido ni siquiera cómo funciona la asamblea de la Cam". La gran mayoría de voces representativas se han mostrado favorables al camino hallado. Sin embargo, el ya ex presidente de la Cámara de Valencia, Arturo Virosque, se ha marcado una bravata al decir adiós en un ejercicio sublime de responsabilidad: "Ya veremos qué le dura la fusión a la Cam. El Banco de España sabía que se le moría... El problema de la Comunidad es que Alicante tiene algo respecto de Valencia. Siempre están pensando que se lo lleva todo... Si Camps fuerza la fusión hubiese podido haber conflictos muy serios...". Se echa en falta un comunicado de Presidencia dándole un poco de quina Santa Catalina por blandir el nombre del molt en vano al igual que Garrigós le ha dicho de todo, incluso bonito. También apuntaló Virosque que la Cam lleva cinco años mal, que Cajamadrid no quería verla ni en pintura, que a quien quiere es a Bancaja, pero que ésta "tiene que vivir solita". ¡Ay, ladrón! Y, entonces, ¿a qué viene todo esto? Viendo sus ganas, la verdad es que no se entiende el por qué de las reticencias.