A principios de los años setenta, tuve la oportunidad de asistir en Madrid a una función de revista musical, en la que se representaba "Las Corsarias", humorada cómico-musical, con letra de Enrique Paradas y partitura del maestro Alonso. Como yo ya sabía que la música era preciosa, fui a verla a un teatrito muy pequeño y cercano a La Puerta del Sol. Durante el espectáculo nos reímos todo lo que uno puede reír y un poco más dada la comicidad del libreto y de las apuradas situaciones en que el pretendido frailecico protagonista, era asediado por las corsarias que, en aquella ocasión, estaban representadas por fornidas y esculturales señoritas. Bastante musculosas también.

Fue desde luego un gran éxito y el director de la orquesta, dirigió varias veces el número de la "Banderita". En la última repetición, una vez bajado y subido el telón innumerables veces y a modo de apoteosis final, apareció "la corsaria" principal, envuelta en una gran bandera española pero a hombros de dos corsarios, menudos y delgaduchos que se vio palpablemente que en la improvisación no habían calculado el peso de la vedette. Éstos se pusieron a marcar el ritmo con el paso cambiado con tan poco tino que al llegar a la parte delantera del escenario, que era bastante bajo, perdieron el equilibrio y aquella buena chica, cayó encima de las espaldas del director de la orquesta que estaba dirigiendo al público. Como pueden pensar ustedes amables lectores, el escándalo y las risas fueron de época, menos mal que no pasó nada y movidos por el éxito de aquella interpretación y la alegría que inundaba el salón, varios espontáneos, jóvenes que se encontraban cerca, cogieron a la artista, que no paraba de reír con enorme algarabía y alegría popular del resto del público, que esperaba en la puerta del teatro para la segunda sesión. Allí la fuerza pública impidió que se formara una manifestación con la artista enrollada en la bandera española, con los dos frailes enclenques que salían empujados por la multitud a hombros como los toreros y la gente cantando.

Volviendo a la realidad, el otro día fui sorprendido por las declaraciones del presidente del Consell, que se quería envolver también en la bandera regional y se apoyaba en los ciudadanos, para hacernos comprender mejor lo del asuntillo ese del caso "Gürtel", como otro "Corsario". En Orihuela también quieren envolver a nuestro Rey con la bandera y el "pájaro" y hasta la oposición municipal imagina a Miguel Hernández agarrando nuestra bandera local, aunque sea a título póstumo, sin prevenir quién la portaría.

En fin, la moraleja de esta situación es: Si el respetable aplaudirá con alegría, o si una vez a hombros de los que sean, saquen de donde estén a los que quieren envolverse con nuestros símbolos, de esos símbolos de los que están viviendo y comiendo, y contesten a quien deben sobre esas preguntas que ustedes sagaces lectores se hacen y aclaren lo que ellos mismos intentan oscurecer y, si no lo hacen, se merecerían aquella vieja solución que en el campo de Los Arcos hacían con algún árbitro al que sacaban a hombros, ya saben todos lo que se hacía con ellos cuando llegaban al río. ¡Ah!, y perdónenme amables lectores la metáfora.