?Hay, al menos, dos ideas que sobrevuelan las relaciones entre el actual inquilino de la Moncloa, José Luis Rodríguez Zapatero, y el líder de la oposición, Mariano Rajoy. Una, el distanciamiento y el poco aprecio personal que siente el uno por el otro. Y dos, corolario de la anterior, que ambos son incapaces de ponerse de acuerdo en nada y cuya consecuencia pagamos todos. ¡Y a qué precio! Puede que ambas cuestiones no sean exactamente así. Otra cosa es el ruido que las rodea y que, tras la estocada económica de las últimas semanas, va a seguir subiendo de tono. Si escuchamos sólo el griterío está claro que este sería el escenario a dibujar: el duro desencuentro. Pero, a veces, como sucede en la economía y en la Bolsa, no es bueno dejarse llevar solo por el estruendo del momento. Esto puede hacer daño, mucho daño. Y, no cabe duda, que hoy en día son muchos los interesados en procurar un estropicio a este país para sacar ellos tajada -económica, electoral...- llevándose por delante a ambos. A Zapatero, sí, pero también a Rajoy. Y a lo mejor resulta que ellos no son el principal problema. Que son las primeras víctimas del cainismo y los intereses espurios e inconfesables de otros que andan disfrazados. Dicho esto, no quiera extraerse de aquí argumento que pueda servir de excusa para estar ellos donde están en el aprecio de la ciudadanía: en caída libre. Este sí es su drama. Puede, que hasta el nuestro. Y que por esta razón sean muchos, y no siempre enemigos, los que trabajen para precipitar su caída. La de ambos.

A veces es bueno hacer memoria. La primera reunión formal (hay quienes dicen que hablan más de lo que se cree y de lo que ellos reconocen en público) en la presente legislatura entre el actual inquilino de la Moncloa, José Luis Rodríguez Zapatero, y el líder de la oposición, Mariano Rajoy, tuvo lugar el 23 de julio de 2008, pocos meses después de que el socialista revalidase su triunfo en las urnas tras un largo periodo de desencuentros que algunas crónicas llegaron a situar en el terreno del desprecio personal. Duró poco más de dos horas y finalizó con un triple acuerdo: uno, sobre política antiterrorista, que ha permitido devolver al cauce de la lógica y la razón la unidad antiterrorista, desplazando esta cuestión a un plano secundario en las grandes preocupaciones ciudadanas. Un segundo punto fue la renovación de los miembros del Consejo General de Poder Judicial (CGPJ), cuyos frutos pusieron fin a otro culebrón y permitieron que el órgano de gobierno de los jueces acabase un largo periodo de interinidad. Otra cosa son los resultados de aquel pacto, que han terminado por reproducir los mismos vicios del anterior. Sólo basta con ver la estocada a Garzón del viernes último al alimón entre el Tribunal Supremo y el propio CGPJ y en donde todo apunta a que ambos bandos, conservadores y progresistas, habrían pactado sacar al polémico juez de la carrera judicial pero permitiéndole la salida de La Haya, aunque esta segunda parte del trato, como ya sabemos, fue, al parecer, traicionada por los vocales conservadores. Un tercer punto de aquel encuentro fue la renovación del Tribunal Constitucional. Es el único que no se ha cumplido, una cuestión que se ha visto frustrada por el tema del Estatut de Cataluña, y cuyas aguas siguen envenenando hoy día la política nacional. Pero hay más reuniones, bastantes más. Y, varias, con importantes acuerdos en materia de terrorismo, reforma del sistema financiero para hacer frente a la crisis, nueva "Constitución" de la UE, etc.

Pese a éstos y a otros muchos acuerdos existe, como decíamos, la creencia generalizada en pensar que Zapatero y Rajoy ni se entienden, ni se respetan, que su química personal no mezcla, que ambos son incapaces de sumar. Podría ser otra verdad a medias. No se olvide que son cabeza de gobierno y oposición. Esa falta de supuesta sintonía personal casa mal con la larga lista de encuentros (cuatro en esta legislatura con el del miércoles 5 de mayo y once desde que Zapatero está en Moncloa y Rajoy es jefe de la oposición) que ambos líderes han mantenido. En el último, y pese a todo el ruido que lo rodeó, también hubo dos importantes acuerdos: apoyo al rescate de Grecia y acuerdo para la reforma del sistema financiero. Se esperaba más, bastante más, y, consecuencia, hubo la sensación de que se logró muy poco. Pero de aquella reunión ha venido después el acelerón a las fusiones de las cajas, con la CAM de novia en varias bodas. Mirado así ya no parece tan poco.

A pesar de lo anterior, hay una cosa cierta. Y es que, más allá del aprecio mutuo que ambos sientan, pocos líderes de gobierno y oposición se han reunido y acordado tantas veces como Zapatero y Rajoy. Ni lo hizo Felipe González con José María Aznar, y tuvo que soportar el primero una crisis de una dureza parecida a la actual. Ni, con la profusión de ahora, José María Aznar como presidente con Rodríguez Zapatero como líder de la oposición. Lo que nos hace pensar que, quizás, el problema no está en ellos. Al menos, no solamente. Que hay quienes están interesados en propagar esa especie de pesimismo histórico de que este país va siempre hacia el desastre, que todo lo hacemos rematadamente mal, que el hoy siempre es peor que el ayer, que sus empresarios no son serios, que sus trabajadores no cumplen, una tierra siempre dispuesta a fagocitarse a sus mejores hombres como sucediera con Adolfo Suárez y, más tarde, con Felipe González. Son los propagadores del desastre, salvapatrias, y no sólo de derechas si no también de izquierdas, gentes que reclaman para sí todo el protagonismo de la historia y niegan a los demás, incluidos sus representantes, el derecho a respirar por sí mismos. ¿Nombres? No parece que haga falta. Todos podemos tener varios en la cabeza. Muchos de ellos son los que dicen y propagan que Zapatero y Rajoy son incapaces de llegar a ningún acuerdo por el bien del país. Que ya no sirven. El uno, Zapatero, porque su discurso está agotado y desnortado, el otro, porque no da el perfil del líder que la derecha de este país necesita, quizás porque la comparación con Aznar nos lleva a Esperanza Aguirre, y por ahí no hay comparación posible.

Por ello, y pese a tanto agorero, la historia de los desencuentros de ambos líderes parece una verdad a medias. Cierta, porque los ha habido, pero también está escrita de importantes acuerdos. Más de los que parecen, aunque eso ahora, con la que cae, parezca ya lo de menos. Definitivamente vende más el desastre. Y en ese cenagal, está claro: estos dos personajes no dan la talla. Quizás estemos en los prolegómenos de un tiempo nuevo. Sin Zapatero, puede, pero también, posiblemente, sin Rajoy. Esperemos que sea sólo por su (mala) gestión, no por los intereses oscuros de quienes viven del pim-pam-pum. Y que en este país son más de los que parecen.