La gigantesca mancha de crudo que se desplaza a la deriva por el Golfo de México, procedente de las profundidades del océano, es un desastre infinitamente más grave que las cenizas arrojadas a la atmósfera por el volcán islandés de nombre impronunciable que provocaron el caos aeroportuario en casi toda Europa semanas atrás.

Infinitamente más grave. No sólo por el daño que esa masa viscosa va a causar al ambiente marino y a las costas a las que arribe, que será letal, sino porque pone de manifiesto la precariedad de las formas actuales de extracción del petróleo y cuestiona el hecho de que tales explotaciones sean viables.

Se sabe desde hace tiempo que los viejos pozos de crudo árabe, iraní, ruso, venezolano, británico, etcétera, están al borde de la curva descendente de rentabilidad. Los recursos petrolíferos y de gas, pues, se agotan, mientras que las reservas conocidas se sitúan en lugares donde la extracción es cada vez más difícil y, por supuesto, mucho más cara. Las arenas bituminosas de Atalanta (Canadá), de la franja del Orinoco (Venezuela), las reservas en el helado Ártico, en Alaska, o en otros lugares remotos, están ahí, en efecto, pero para extraer ese crudo hay que emplear ingentes cantidades de energía, o hacerlo a tales profundidades y en condiciones tan extremas que los riesgos medioambientales son muy probables.

Éste y otros factores (como el hecho de que los países productores "canibalizan" el petróleo, derrochándolo en su propio consumo) apuntan a que los precios del petróleo subirán y subirán: la época del petróleo barato ha pasado definitivamente a la historia y no volverá nunca más. Y este es un dato determinante del futuro de la economía mundial según afirma un libro recién publicado, "Por qué el mundo está a punto de hacerse mucho más pequeño", de Jeff Rubin, un especialista de renombre en estos intrincados asuntos de la energía.

Para Rubin el alza de los precios del petróleo ha sido el percutor de las grandes recesiones de los últimos tiempos, y desde luego, de la actual. Afirma que lo que conocemos como "globalización", con el incremento sin precedentes del comercio mundial, ha sido posible por la disponibilidad de una fuente de energía barata. Pero la fiesta se acaba. Los millones de contenedores que trasportan hasta nuestras casas el cordero congelado australiano, los filetes de pescado sudafricano, los productos chinos que inundan los mercados, las flores cortadas de Kenia, etcétera, alcanzarán precios prohibitivos debido al encarecimiento del transporte y todo lo que a éste acompaña.

Si desplazar mercancías desde la otra parte del mundo va a ser cada día menos competitivo (y ello unido, como también propone Rubin, a la imposición de tasas al consumo de carbono para frenar el cambio climático), la buena noticia, según él, es que se producirá un cambio radical de las condiciones actuales de la globalización, lo que conducirá a la reactivación de los mercados locales.

El mundo se hará más pequeño. Habrá que olvidarse de los coches a gasolina o gasóleo, que apenas circularán por autopistas desiertas. Se colapsará el turismo de masas así como la inmigración. De repente, cuando el precio del petróleo ascienda por la escala de los tres dígitos, cobrará sentido cultivar lechugas y tomates en las huertas circundantes, comprar productos de temporada y fabricar ropa en talleres cercanos. Las urbanizaciones que colmatan las ciudades actuales quedarán como monumentos fantasmales de otra época y desaparecerán lentamente invadidos por un campo en valor que volverá por sus fueros.

Pero el mundo pequeño que anuncia Rubin, que cabe enmarcar en las tendencias proteccionistas que ya se detectan, está pintado con colores ciertamente románticos. Apenas nos cuenta que pasaría, de ser cierta su hipótesis, tras el colapso del mundo globalizado tal como lo conocemos y los dramáticas consecuencias sociales y políticas que se desencadenarían.

Pero una cosa sí es probable, me parece a mí: el mundo que se avecina habrá que encararlo con la conciencia clara de que la reducción del consumo de energía es inevitable y de que la reactivación de lo local presentará nuevas oportunidades.