Una cruzada contra la subida del IVA, capitaneada por Esperanza Aguirre, se ha emprendido, y a su rebufo se han apuntado otros dirigentes del PP con el apoyo de Rajoy que, no sabiendo si afirmar o negar, se ha sumado al oportunismo político. Junto a otros partidos, han inculcado el terror en la ciudadanía, porque ya se sabe que, tratándose de subir impuestos, todos somos oposición, aunque no todos nos afecten y su fruto pueda servir para aliviar necesidades. Al contrario que la selección española de fútbol, los impuestos, no calman nuestros males sino que los agravan.

¿Qué pasa con el IVA? ¿Tan grave e innecesaria es la medida? Ya que hemos hablado del fútbol, podríamos hacer una clasificación de la liga europea del IVA. Con nuestro tipo general del 16% ocupamos el antepenúltimo lugar de los 27 países. Tan solo Luxemburgo y Chipre, con el 15%, están por debajo de nosotros, y lideran la tabla Dinamarca y Hungría, con un tipo del 25%. Nada menos que 15 estados aplican tipos del 20% o más y cuando a partir de julio elevemos el tipo del 16% al 18% seguiremos igual, tan sólo igualaremos a Malta, sin alcanzar a los países siguientes en que se aplica el 19%. Si nos fijamos en otra clasificación, la que registra el peso del IVA en la recaudación, el resultado todavía es más descorazonador. Ocupamos el último lugar de la tabla; nuestros ingresos con el tipo general sólo nos procuran el 42% de lo recaudado, el 58% restante se logra con el tipo reducido del 7% y el superreducido 4%. Ambas clasificaciones son ilustrativas: estamos en el pozo de la tabla y si hubiese tres categorías, estaríamos en tercera división.

Junto a esta penuria fiscal, nos sorprende que en gasto público ocupemos un lugar destacado, ya que nuestro Estado del bienestar es muy aceptable ¿Cómo se concilia el liderazgo en el gasto y el farolillo rojo en el IVA? Como tenemos otros impuestos, deberíamos acudir al mejor indicador del peso relativo de toda la fiscalidad, el índice de presión fiscal. Ahí hemos descendido desde el 38% antes de la crisis al 33,1% del PIB en 2008, un 6,8% por debajo de la zona euro (39,9%) y se prevé que con el dato definitivo del 2009 caiga al 30,4%. Los datos de Eurostat del 2008 expresan el derrumbe de nuestra fiscalidad, por causa de tantas rebajas fiscales, de la crisis y del crecimiento del fraude, que contrasta con los índices de Alemania (39,6%), Italia (42,8%) o Francia (42,8%), países con los que queremos compararnos.

¿Qué debemos hacer? Hace tiempo que debimos subir el IVA, pero acompañándolo de una rebaja de cotizaciones sociales, para contrarrestar los negativos efectos sobre el consumo y beneficiar nuestra competitividad exterior. No se hizo, y ahora nos vemos obligados a ello, cuando no es el mejor momento. Pero, como el aumento del IVA se contiene en la Ley de Presupuestos del Estado, hay que asumirlo. ¿Nos conducirá al desastre apocalíptico que anuncia la oposición? Es evidente que no ayudará a salir de la crisis, pero el IVA es un impuesto que no distorsiona demasiado la economía, no supondrá una reducción de la demanda de quienes destinan una parte de sus rentas al ahorro, y ayudará a reducir nuestro endeudamiento. Además, no subirá para los productos de primera necesidad, el aumento sólo serán dos puntos para los del tipo general, un 1,72% de incremento, y un punto (un 0,93%) para los del tipo reducido, incluso podría ser menor, porque no todos lo repercutirán íntegramente.

Alarmismo injustificado. El alarmismo del PP está atemorizando a los ciudadanos injustificadamente -la Comisión Europea ha dicho que la medida es favorable para el plan de estabilidad español- y es irresponsable, ya que la medida fue aprobada en Cortes y no puede suprimirse, como se ha visto con el fracaso de la moción presentada esta semana. Las actuaciones del PP quiebran la lealtad institucional, dan pábulo al descrédito del Gobierno de España en un momento en el que es vital la recuperación del país y se necesita contar con la confianza ciudadana. Es verdad que el aumento del IVA tendrá efectos negativos sobre el consumo, pero no tanto como se preconiza. En cambio, no dañará la inflación y favorecerá la reducción del déficit mejorando la confianza de Europa en nuestra recuperación.

La rebelión de las masas inducida por la oposición contra la subida del IVA es contraria al buen gobierno de la democracia. ¿Se ha planteado el PP cómo podría lograr en el futuro la eficacia en su política económica y fiscal si la oposición se empeñase en boicotear el cumplimiento de las leyes? Mal camino ha emprendido bajo la oficiosa batuta de quien no hace honor a su nombre porque tan solo lleva a la desesperanza. Su actitud sólo conducirá a insuflar ánimos para elevar la propensión al fraude, a la desobediencia fiscal. Pero ¿qué más da que la rebelión pueda interpretarse como justificación para no pagar impuestos si las consecuencias las paga España? Sin el aumento del IVA ahorraríamos algo del impuesto, pero nos ocultan los rebeldes sin causa, que el crecimiento de la deuda nos traería, en el mañana cercano, un mayor pago de intereses por endeudamiento, y eso se habría de pagar con mayores impuestos. No hay razón para tanta algarabía que a quien más perjudica es a España.