Los tiempos actuales que corren acuciados por la crisis económica han provocado, como no podía ser de otra manera, una importante afectación en el impago de deudas. Pero la morosidad ha cogido variaciones importantes en cuanto a las razones y forma de manifestarse como explicamos en las presentes líneas, ya que los hay que se están aprovechando de la crisis para buscar razones comunes de imposibilidad de pago, pero estos son los mismos que ya antes de la crisis entraban en esta dinámica de morosidad que la podemos llamar como voluntaria, frente a la involuntaria producida por aquellos que siempre han estado al día en sus pagos a los acreedores.

En consecuencia, nos estamos refiriendo a que si la morosidad se ha caracterizado en un buen número por personas que pudiendo pagar no lo hacían por distintas razones personales, por ejemplo, para poseer más liquidez, o de simple dejación para con el cumplimiento de una obligación a la que no le daban importancia, lo cierto y verdad es que ahora nos encontramos con un "moroso involuntario", para referirnos a aquella persona que ha perdido su puesto de trabajo y que no puede hacer frente materialmente al pago de sus deudas.

Este añadido nuevo por la situación de crisis del "moroso involuntario" se refiere a un tipo de persona que hasta la fecha venía pagando de forma regular sus débitos con sus acreedores y que no participaba de ese carácter o adjetivación dolosa que patrocinaban los que se negaban a pagar las deudas con terceros por las distintas razones que ellos alegan cuando son demandados en juicio. Estos últimos optaban por exigir a sus acreedores que les llevaran a juicio posicionándose en muchos casos en situaciones de insolvencia provocada que impedía e impide cobrar las deudas a los acreedores, aunque con la opción de derivar la reclamación a la vía penal si se acreditara que ha habido un alzamiento de bienes.

Y es que la situación actual no se circunscribe solo a quienes pierden sus puestos de trabajo y que no encuentran forma de hacer frente a sus necesidades de comida diaria y gastos esenciales de la familia, sino también a los comerciantes o profesionales en general que antes estaban acostumbrados a recibir unos ingresos más elevados que ahora y que en la actualidad los han visto menguar por esta crisis que azota el país, lo que repercute esencialmente en el sistema de selección de sus acreedores.

Ante esta situación, estamos viendo cómo muchos acreedores se están descapitalizando, no ingresan lo que debían atendiendo a las compras que ellos hacen y los pagos que deben hacer confiando en que a ellos se les pagará también lo que se les debe, lo que genera una cadena de impagados que luego vemos que deriva en el ámbito mercantil a repetitivos concursos de acreedores, lógicos, por otro lado, por la obvia tesis que estamos exponiendo. Y ello es así porque quien no cobra sus deudas no puede atender tampoco a su presupuesto de gastos, y, por ello, ven su ritmo de cobertura de sus presupuestos de ingresos muy mermados con una importante dificultad de atender a sus acreedores, o pagar nóminas de trabajadores.

De todo lo expuesto es por lo que hemos distinguido los morosos que han surgido de la crisis, o morosos actuales que en alguna medida siempre han cumplido sus deudas de los que en cualquier caso y momento se han caracterizado por plantear problemas a sus acreedores, hacer desaparecer su patrimonio, u obstaculizar, incluso, la tramitación de los procedimientos judiciales mediante la técnica de no dejarse notificar cuando así se intenta. En definitiva, dos tipos de morosos que ahora confluyen y que repercuten más todavía en unos atascados juzgados que ven con dificultades cómo tramitar los incrementos de cifras de reclamaciones de cantidad que siguen presentándose diariamente en los juzgados de la provincia.