Se celebra hoy, 14 de febrero, la Campaña de Manos Unidas contra el Hambre en el Mundo. Hace ya 50 años que esta institución católica viene trabajando denodadamente, sensibilizando a la población sobre la gravedad del problema del hambre, y cooperando económicamente y de todas las formas para aliviar y remediar tanto mal en el mundo. Los datos que nos proporciona son estremecedores: "Más de 2.000 millones de personas, un tercio de la población mundial, viven en condiciones infrahumanas, hacinados, sin abastecimientos básicos, sin empleo. Alrededor del 40% de los habitantes del mundo viven en zonas con riesgo de malaria, y más de la mitad de la población mundial en áreas con riesgo de dengue. Las diarreas, la malaria, la malnutrición, causaron, en 2002, más de 3,3 millones de muertes". Este año la Campaña contra el Hambre en el Mundo tiene una nota especial. Se ha descubierto que el cambio climático agrava las situaciones de pobreza. Por eso, la consigna de la Campaña dice: "Contra el hambre, defiende la Tierra". El cambio climático afecta a la agricultura gravemente, y sabemos que tres cuartas partes de los pobres de la tierra viven en zonas rurales, practicando una agricultura de supervivencia, totalmente dependiente de las inclemencias del clima. Y no podemos olvidar que las naciones económicamente desarrolladas tenemos una responsabilidad y una obligación especiales, porque somos los principales contaminantes del medio ambiente, que produce el cambio climático, y, además, nos hemos venido beneficiando de los recursos de la tierra de los países subdesarrollados, cuando su agricultura les funcionaba bien. De ahí nuestra obligación especial de contribuir económicamente y de todas las formas posibles al restablecimiento del bienestar de estos países subdesarrollados. La Doctrina Social de la Iglesia ha señalado cuál debe ser el trabajo por la justicia y la salvaguarda del medio ambiente: "El ser humano no debe disponer arbitrariamente de la tierra, sometiéndola sin reservas a su voluntad. La tutela del medio ambiente constituye un desafío para la entera humanidad. Se trata del bien común y universal y de respetar un bien colectivo, que se extiende no sólo a las exigencias del presente sino también del futuro". La Iglesia apoya con todas sus fuerzas esta Campaña de Manos Unidas contra el Hambre en el Mundo.