Soplan malos vientos para los colegios profesionales técnicos. No creo que descubra nada novedoso si afirmo que estas entidades nunca han gozado del beneplácito político. La hierba que pisan los colegios profesionales la comenzó a segar Alfonso Guerra (PSOE), continuó la siega liberalizando los honorarios Francisco Cascos (PP) y ahora el señor Zapatero (PSOE) remata la faena eliminando la obligatoriedad de los visados y, por tanto, la colegiación como requisito imprescindible que permita al profesional titulado ejercer su oficio (Ley Ómnibus, véase los artículos de don Vicente Magro, diario INFORMACION del 18 enero, y de don Isidro Echaniz, diario INFORMACION 30 de enero). Argumentan los políticos que con esta ley nos parecemos a los países más avanzados del mundo. Los políticos, como casi siempre, suelen dibujar la realidad en beneficio propio; y les importa un pimiento todo, caiga quien caiga, con tal de sacar tajada para sus causas; y no hay mayor falsedad si se quiere hacer daño, que transmitir las verdades a media, y lo que pretenden hacerle a los colegios profesionales es el mayor daño posible que se les puede hacer: liquidarlos; y con ello, dejar a los ciudadanos un poco más desprotegidos, al suprimir sus voces y los servicios que prestan.

Las razones que les motiva para hacer lo que hacen, pueden pintarse de todos los colores del arco iris, pero en el fondo, la auténtica razón que les mueve es la siguiente: ellos, los políticos, distribuidos en sus partidos, sumamente descafeinados ideológicamente en los tiempos presentes, odian las críticas y el más mínimo control que pueda hacérseles, por bienintencionadas que sean las motivaciones de quienes pretenden opinar sobre sus actos y, los colegios profesionales con fortuna variable pueden hacerlo; y por tanto, si desaparecen como colectivos cualificados organizados con voz y voto, mucho mejor para ellos. Las demás razones que arguyen no son más que zarandajas y excusas disfrazadas de falsas bondades como predican siempre. Y si no me creen, como botón una muestra, tan sólo tienen que seguirle la pista a las chorradas camperas que la señora Cospedal (PP) y el señor Barreda (PSOE) vierten un día tras otro sobre el trasvase Tajo-Segura y los residuos nucleares, con tal de quedarse el poder en Castilla La Mancha.

Y en estas circunstancias, en nada ayuda a nuestros colegios, la forma en cómo se encuentran estructurados y el cómo desarrollan sus funciones, física y conceptualmente.

La bestial crisis que también azota a los colegios hasta asfixiarlos, acentúa si cabe todavía más, la fragilidad de sus estructuras y los costes que los mantienen.

Solamente la unión de los colegios, sin que ello suponga dejar de lado sus lógicas singularidades y campos competenciales, un claro desarrollo en la racionalización de espacios y burocracia y una mejora sustancial en los servicios que prestan, y que tienen la ineludible obligación de seguir prestando a sus colegiados, si desean mantener la razón de ser que los hace insustituibles como garantes del buen hacer profesional de sus miembros en beneficio de la sociedad que los mantiene, podría ser un posible camino a considerar para su supervivencia. Buscando una vía práctica en la dirección indicada, desde aquí, el Colegio de Ingenieros de Caminos de Alicante propone a todos los colegios técnicos de la provincia, el construir un edificio, una sede Colegial única donde compartir todos los servicios comunes (biblioteca, salones de actos para cursos, restaurante, infraestructuras informáticas, comunicaciones, parking, tienda de material de oficina, seguros, etcétera), permitiendo que cada colegio en dicha sede, disponga de la superficie que necesite para desarrollar exclusivamente las gestiones específicas de su competencia en función del número de colegiados que posea. Dicha sede propiciaría una voz más potente, unos mejores servicios para todos los colegiados y para todos los ciudadanos que requirieran los mismos, una formación generalizada continua y diversificada mejor aprovechada y, como no podría ser de otra manera, una reducción en los costes de funcionamiento notablemente menores. Para conseguirlo, tan sólo habría que aparcar las mezquindades que todos conocemos.