La ciudad de Elche siempre tuvo un problema. Fue incapaz de ver más arriba del Barranc del Grifo y de mirar más abajo del ventorrillo del "Cagón". Y así nos va. Nunca se constituyó en un factor de presión. Jamás tuvo un lobby que defendiera de verdad sus intereses. Hay ilicitanos en instituciones patronales -órganos de presión al fin y al cabo- pero parecen estar como premio a su éxito. Como señal de distinción. Para ocupar palco en la Noche de la Economía Alicantina, saludar a algún conseller y rendir pleitesía al molt honorable por si acaso. Nunca para reivindicar, a no ser -eso sí- que se trate del "agua para todos" en cuyo caso no ejercen de reivindicadores, sino de corifeos. Y siempre en temas que interesan al territorio, elegante forma de camuflar los intereses capitalinos de la ciudad de Alicante y, sobre todo, de Valencia. Nunca representación alguna del empresariado ilicitano formuló proyecto o reivindicación que supusiera un avance importante para la ciudad de Elche. Ni para su economía. Incluso -y esto es el colmo-, ni siquiera para sus empresas, si exceptuamos el inquieto colectivo de regantes que se muestran realmente activos en sus demandas. Pareciera que tuviesen un espurio sentimiento de culpabilidad por la riqueza que han creado y quisieran hacérselo perdonar asegurando asentimiento y buena conducta con el poder. Otros entornos empresariales con mucho menor tejido económico y mucho menos empleo a sus espaldas tienen cuotas de influencia muy superiores.

Y, sin embargo, hoy un grupo social, ligado a agentes económicos, capaz de constituirse en instrumento de presión desde la ciudad se hace cada vez más necesario. Tras la presentación del Plan Estratégico encargado por la Cámara al profesor Pedreño, la patronal alicantina introducía entre las conclusiones una condición necesaria para el desarrollo económico de la zona: la constitución de un lobby provincial de cara a Valencia. La indicación era certera. La nueva economía depende, en gran medida, de la planificación. Y ello implica necesariamente a las administraciones. Y éstas siguen teniendo una tendencia irrefrenable al despotismo. "Despotismo" entendido en su sentido más originario: dueño del poder y, por tanto, de las decisiones. No es de recibo lo de Camps con la ubicación de Microsoft. Es medieval. Guardarse el designio final de la localización de la empresa haciendo ostentación de que la decisión, las causas que la inspiren y los criterios que la motiven responderán exclusivamente a su voluntad. Es vergonzante asistir al espectáculo de los municipios compitiendo entre sí por ver quién realiza la oferta más temeraria para conseguir para su término municipal la inversión. Microsoft viene aquí a por un local de trescientos cincuenta metros cuadrados y a crear diez empleos. Yo no sé si estamos ante una gran inversión estratégica o ante una descomunal milonga. Si fuera lo primero querría decir que esperaríamos un aluvión de inversiones tecnológicas como consecuencia del efecto llamada que tendría la afamada empresa de Bill Gates. Pues bien, eso requeriría una labor de planificación del territorio. Los usos económicos del territorio a estas alturas debieran ya estar definidos. De esta manera, hoy se sabría claramente adónde debiera ir una inversión como ésta. Como consecuencia de la planificación, no como consecuencia de la decisión graciosa del poder. El desarrollo requiere que el futuro de los territorios sea previsible para que se puedan adoptar decisiones con sentido.

He aquí la labor de un auténtico lobby ilicitano que sea capaz de asegurar que Elche habrá de ocupar en el diseño final de la planificación territorial el lugar que su centralidad geográfica y potencialidad económica le confieren. Y en este empeño el Ayuntamiento no debe andar lejos. Sería una muestra inequívoca de liderazgo político y social por parte del alcalde promover un núcleo social capaz de plantar los intereses de la ciudad y su futuro allá donde en gran medida habrán de decidirse.