Hace ciento cincuenta años Alicante se convirtió en la primera ciudad portuaria unida con Madrid por ferrocarril. Las crónicas de la época hablan de la ilusión con la que se esperó la llegada del nuevo modo de transporte y el entusiasmo que despertó el viaje inaugural, que fue jalonado con grandes festejos tanto en la ciudad como en el resto de la provincia.

Aquello fue una auténtica revolución para nuestra tierra: el tráfico portuario sufrió un impulso inmediato y, de su mano, se desarrolló el comercio. Las actividades artesanas tradicionales fueron dando paso a una incipiente industria y, con el tiempo, el tren trajo los primeros veraneantes. El modelo fue madurando: la ciudad de Alicante se convirtió en un gran centro de servicios de todo tipo, que atendía las necesidades de un sistema polinuclear de ciudades en donde gracias a la iniciativa y al trabajo de muchos prosperó la industria, el turismo, el ocio y la segunda residencia.

Alicante ha sido en las últimas décadas un modelo de éxito en el que el desarrollo productivo y la calidad de vida han alcanzado un particular equilibrio. Y, no en vano, nuestra provincia se ha convertido durante lustros en un gigantesco imán que ha atraído a centenares y centenares de miles de personas, de otras partes de España y de Europa, que han venido aquí a trabajar o a disfrutar o a ambas cosas a la vez.

Algún historiador mantiene la tesis de que los siglos comienzan realmente en los años 10. Es esta una sensación que a todos está asaltando en estos momentos: la crisis es el final del modelo social y productivo del Siglo XX y el comienzo de uno nuevo en el que nuevos valores se añaden a la necesidad de seguir progresando en desarrollo y empleo.

¿Y qué papel deseamos que cubra nuestra ciudad en este nuevo siglo? Una pregunta que todos nos debemos hacer, desde la vida pública o privada, desde el empresariado, desde la universidad o desde el conjunto de entidades sociales. Porque ese futuro dependerá en buena parte de lo que entre todos decidamos hacer.

Nadie duda que la civilización del ocio que nos viene en el nuevo siglo otorga a toda nuestra provincia y a su entorno una posición de ventaja inicial para atraer grandes flujos de rentas generados en centroeuropa y en el interior de la península. Accesibilidad desde el exterior (y de ahí nuestra batalla por el AVE y por el desarrollo del aeropuerto), calidad del entorno y la gran competitividad de sectores como el turístico o el de la promoción y construcción son tres elementos básicos que definen nuestras oportunidades.

Y junto a ellos un elemento esencial: servicios de todo tipo de primera calidad que hagan agradable la estancia de los que decidan pasar largas temporadas con nosotros. Ahí está nuestra oportunidad y nuestro reto, porque en esto sí que nos vamos a diferenciar radicalmente de otros destinos que pueden competir en precios pero no en responder con un estándar europeo en materia de comercio, administración, medicina y muchos otros similares.

Dentro de este modelo, la ciudad de Alicante está llamada a ser el polo de servicios por antonomasia del sureste de la península. Y queremos que lo sea además renovándose a sí misma. No desplazando el comercio y los demás servicios a la periferia sino revitalizando y desarrollando el potentísimo entramado comercial y de servicios, y de su mano los edificios, las calles, las plazas y toda nuestra ciudad.

Y por eso, Ayuntamiento y Generalitat se pusieron de acuerdo en algo que nos parece esencial: la pervivencia del modelo urbano de Alicante y sus expectativas de desarrollo futuro deben tener como aliado esencial la futura estación del AVE, que va a ser el verdadero corazón del transporte de la provincia y de las limítrofes, y en donde dentro de unos años decenas de miles de viajeros intercambiarán entre los trenes de alta velocidad, las cercanías, los servicios exprés y los autobuses metropolitanos, pudiendo acceder fácilmente a los servicios del centro urbano y dando estos a la vez una buena oportunidad para ese proceso de regeneración.

Es cierto que algunos manejan la entelequia de que es lo mismo una estación en la periferia urbana a la que se accede mediante un trasbordo con un tranvía. Pero este modelo de intercambiador periférico conlleva que el flujo comercial y de servicios se localice preferentemente en la nueva estación, con el decaimiento del comercio y de los servicios tradicionales y con una atención a la oferta que resulta al final insuficiente, perdiendo la posibilidad de un modelo estable de desarrollo. El modelo centrífugo conlleva, a su vez, la centrifugación del empleo a la periferia y con él la residencia de muchas capas sociales, acabando en un par de décadas con un proceso de deterioro urbano imparable.

Marsella, ciudad en tantos sentidos hermana con Alicante, vio como este proceso se acercaba. Pero ha sabido reaccionar a tiempo. La reconversión total de la tradicional estación de San Charles mediante una interesantísima actuación arquitectónica, a donde ahora llegan los trenes de alta velocidad procedentes de París, está siendo el incentivo para revitalizar el centro histórico de la ciudad. Y Lille, Lyon, Amberes, Stuttgart, Lieja, Burdeos, Colonia, Hannover... Y por supuesto Madrid, Barcelona, París, Berlín, Bruselas, Ámsterdam y Londres, en donde costosísimas operaciones han logrado que el tren llegue al mismo centro de la ciudad: al mismo sitio que ha venido llegando hace siglo y medio. Como queremos que suceda en Alicante.

Es cierto que algunos en Alicante defienden desvincular la futura estación del centro de la ciudad. En este debate urbano sería conveniente que se nos aporten ejemplos de ciudades europeas que hayan optado por desplazar la estación hacia el exterior. Es cierto que hay algunas: Cuenca, Guadalajara, Segovia, AvignonÉCiudades todas ellas con una población inferior a la mitad de nuestra ciudad y con escasa capacidad comercial. ¿Porqué modelo apostamos?

Desde hace años, todas las fuerzas sociales de Alicante emprendieron un amplio debate urbano que concluyó en la necesidad de acometer de forma inminente el soterramiento de la estación en el lugar que ocupa actualmente. Un debate que acabó en un protocolo signado por las dos administraciones que nos representan, al que se sumó el Ministerio de Fomento y que culminó en un día de esperanza para todos los alicantinos el día 10 de marzo de 2004 con la colocación de la primera traviesa.

La parálisis que el proyecto ha sufrido en la etapa de la ministra Magdalena Álvarez ha hecho a algunos dudar sinceramente de la solución que todos escogimos. Frente a esto hay que decir que no es el momento de la duda sino el de la determinación. De apoyar la existencia de una gran estación central subterránea al servicio de toda la ciudad y de todo la provincia. Cueste lo que le cueste al Ministerio de Fomento, que en todo caso va a tener el apoyo comprometido por el gobierno de la Generalitat y de la ciudad. Una estación que no sea el resultado de que la administración central ahorre en una provincia en donde la deuda histórica en inversiones ferroviarias pasa a ser escandalosa. Una estación que permitirá además que sobre ella y sus accesos surjan espacios urbanos de alta calidad que van a suponer el cambio definitivo de todos los barrios de su entorno.

Es el momento de unirnos y de no dar nuevas excusas a retrasos innecesarios. Y de reivindicar el desarrollo de las Cercanías, una nueva terminal de mercancías que apoye el desarrollo de nuestro puerto y el Tren de la Costa, algo que venimos exigiendo desde hace años al Ministerio de Fomento y que creemos que es esencial para el modelo de desarrollo de nuestra provincia. Y por descontado, la estación del aeropuerto, una propuesta que hemos venido trabajando entre la Generalitat y el Ayuntamiento y que permitirá no solamente consagrarlo como líder de una amplísima zona de la península sino también eliminar la barrera que impide generar un gran parque litoral al sur del caso urbano.

Lo reconoció el propio Ministro el otro día: cuando el AVE llegue a la ciudad de Valencia, será la línea más rentable de las que estén en servicio. No les quepa duda, cuando el AVE llegue a Alicante, ésta será definitivamente la mas rentable de toda España. La pregunta es, ¿por qué desde el Ministerio se ha optado por ejecutarla en último lugar?